Cierra la panadería Mateo Luque, creadores del 'pitufo' malagueño: ''Se han convertido en un símbolo de la ciudad''
En la calle Tampa y dirigida por Silvestre, el hijo del fundador, el obrador pone fin a su legado tras más de medio siglo de historia
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En el número 2 de la calle Tampa, en Málaga capital, el horno de la emblemática panadería Mateo Luque dejó de funcionar el pasado 31 de mayo. Silvestre Luque, hijo del fundador, cerró las puertas del negocio después de cumplir 66 años y jubilarse. Este obrador fue la cuna del pitufo malagueño, un símbolo de la hostelería de la ciudad. Tras 40 años de servicio en el barrio de América, más otros tantos en calle Churruca, en La Trinidad, la panadería Mateo Luque dijo adiós para siempre. ‘‘Lo he pasado muy mal’’, asegura Silvestre a este periódico unos meses después de dejar el negocio.
No fue una decisión que tuvo que tomar, sino que por edad le tocaba dejar de trabajar. Tenía la esperanza de que alguien pudiese hacerse cargo del establecimiento, ‘‘aunque le cambiasen el nombre’’, pero asumió que no sería así cuando ‘‘vi que el primer interesado y el segundo fallaron’’. El problema, según cuenta el hijo del fundador, es que aquella persona que le relevase en el obrador tenía que quedarse con el personal que trabajaba con Silvestre y ‘‘nadie quería asumir los gastos, ni quedarse con ellos, ni indemnizarlos para echarlos’’, cuenta. ‘‘El último día estuve solo porque el 1 de junio era domingo y había que servirle a los clientes. Además, me acordé mucho de un compañero que falleció en la panadería. Se me vino el mundo encima’’, relata.
Luque afirma que, incluso, ha llorado porque ‘‘la monotonía la he perdido y cada vez que paso por el establecimiento de algún cliente me vienen todos los recuerdos’’, manifiesta. ‘‘Eran muchos días levantándome a los 2:00, llegar a la panadería, preparar los pedidos de los clientes, salir, entrar...’’, explica. Le duele cerrar el negocio y asegura que muchos clientes le llaman para decirle que le echan de menos. Aunque, en cierta medida, considera que fue el momento idóneo porque han llegado a la zona las obras de la Prolongación del Metro y está la calle cortada, ‘‘por lo que no hubiéramos podido cargar ni descargar’’.
La panadería Mateo Luque fue el lugar donde se bautizó al pitufo malagueño, tan conocido y tan característico de Málaga, que ‘‘la gente me lo recuerda tanto...’’. Como su propio nombre indica, la denominación viene de la serie televisiva de dibujos animados titulada Los pitufos, muy de moda en aquella época, la década de los 80. La idea nació de su padre y fue después de ver que la vienas en los bares se cortaban y los clientes se pedían media para desayunar. Por tanto, ‘‘él dijo de intentar hacer un tipo de pan más pequeño, a los días vi a un pitufo en la tele con un panecillo y pensamos en ponerle ese nombre’’, recuerda con nostalgia.
‘‘Antiguamente, lo hacíamos a mano. Luego tuvimos la formadora. Eran unas piezas muy pequeñas, de 50 o 60 gramos. Todo era artesano’’, explica sobre el proceso de elaboración del pitufo malagueño. Era un tipo de pan que no existía antes. Sí que había vienas y otros tipos con un peso que oscilaba los 120 y 140 gramos, pero nunca algo tan pequeño que ‘‘se ha convertido en un símbolo y todo el mundo lo conoce así’’, dice con una sonrisa Luque. Para él ha significado mucho esta pieza de pan, incluso guarda un cuadro pintado a mano de Durante y otro de la fachada de la panadería de su amigo Diego Zea.
La historia de este obrador comenzó en 1964 cuando Mateo Luque montó su propia panadería en calle Churruca. ‘‘Mi padre ya trabajaba de panadero con mi abuelo y estaban por calle Carretería’’, explica, pero con el paso de los años, el fundador se trasladó a trabajar a otra panadería en calle Churruca y, con el tiempo, pudo abrir su propio establecimiento en la zona con lo necesario en aquella época, es decir, una amasadora y un horno. En el año 1985 se trasladaron a calle Tampa e inauguraron el nuevo establecimiento el 21 de septiembre de aquel año, coincidiendo con la festividad de san Mateo. Según Luque, con el tiempo han ido evolucionando y amoldándose a las nuevas generaciones.
Desde pequeño ayudaba a su padre en el obrador: ‘‘Con 11 años repartía pan a todos los bloques de Echeverría, de Gamarra e iba con mi bicicleta para luego ir al colegio’’. Silvestre nunca ha sido panadero, ha trabajado de ello cuando se le ha necesitado, pero ‘‘lo mío siempre ha sido estar en la calle, repartir, atender a los clientes, proveedores...’’. Aunque, cuando decidieron cerrar los domingos, sí que tuvo que encargarse de algunas labores de los panaderos porque estos descansaban. Entonces, los sábados por la noche, Luque se quedaba solo en el obrador para cocer el pan y repartirlo a los clientes el domingo.
Su rutina comenzaba a las 3:00 de la mañana. Llegaba a la panadería y hacía un listado con los clientes a los que había que repartir el pedido. Fueron tantos años al servicio de estos establecimientos que, incluso, ‘‘tenía llaves de muchos de ellos por si no estaban’’. En los últimos años, cambió la ruta. Primero repartía a los clientes de Arroyo de la Miel y Puerto Marina. En su vuelta a Málaga capital hacia los barrios de San Andrés, Vistafranca y Parque Mediterráneo: ‘‘Eso estamos hablando de las 4:30 o 5:00 de la mañana’’. Cuatro horas más tarde ya tenía todo el pan repartido del primer turno. Luego, el trabajo se alargaba hasta las 14:00 con los clientes de la media mañana.
Otras especialidades de esta casa eran la malagueña, la viena, la piña, el pan de molde, de campero, de hamburguesa… También cuenta que dos veces al año, para Nochebuena y Nochevieja, hacía barras de un tamaño más grande y ‘‘llamaba a 30 o 40 amigos para que se las llevasen, porque las hacía personalmente para ellos’’. ‘‘Eso siempre ha sido una institución en mi casa. Se lo ha llevado gente como Gonzalo León, Pepelu Ramos de Canal Sur... y este año ya me están diciendo que la van a echar de menos’’, comenta entre risas.
Con el paso de los meses se acuerda cada día más de la panadería: ‘‘Tengo muchos y muy buenos recuerdos. Han sido 40 años en calle Tampa. Y los vecinos han sido maravillosos’’. Ha visto a generaciones pasar por la puerta del obrador, incluso niños pequeños que hoy en día ya son adultos. ‘‘Teníamos muy buena relación con el colegio que hay al lado (CEIP Luis Braille) y solían venir y hacer excursiones para ver cómo se hacía el pan’’, recuerda. A lo largo de su trayectoria también ha colaborado con diferentes cofradías de Málaga, con Er Banco Güeno de La Palmilla, con las monjas Adoratrices, con el comedor de Santo Domingo... ‘‘Pero mi vida ya se acabó. Han sido 40 años los que estuve aquí y esto ya es otra etapa’’, apunta.
En la actualidad, y tras años de experiencia, explica que las panaderías de hoy en día no son como las de antes: ‘‘Ahora se trabaja más cómodo. Existen las cámaras de frío, te puedes dejar el pan hecho y no tiene que ir el panadero a las 20:00 como antes. Puede llegar a las 2:00’’. Aunque lamenta la falta de mano de obra en el sector, motivo por el que muchas panaderías cierran, y es algo que preocupa a Luque. ‘‘Hay nuevas técnicas, pero la panadería artesanal no se debería perder’’, manifiesta. Para ello, piensa que se deberían dar cursos y fomentar el sector: ‘‘La prueba es la formación profesional. De toda la vida se han enseñado a mecánicos, fontaneros... La panadería es otro trabajo que se tendría que enseñar’’.
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