La cola que no se quiere ver

Los Ángeles Malagueños de la Noche dan cada día cerca de 2.000 comidas y piden ayuda ante el aumento de demanda

Cola de personas esperando para el bocadillo que dan los Ángeles Malagueños de la Noche.
Leonor García / Málaga

16 de noviembre 2012 - 01:00

A unos 400 metros de la calle Larios hay otra Málaga; la que muchos no ven o no quieren ver. Una Málaga que crece y que hace cola para comer. Los Ángeles Malagueños de la Noche repartieron ayer 297 desayunos, 1.216 almuerzos y 450 cenas en su modestísima caseta ubicada junto a la iglesia de Santo Domingo. Las instalaciones son pequeñas, pero la labor es grande. Una iniciativa nacida como indica el propio nombre de la ONG para dar algo de comer solo por la noche a personas excluidas se ha transformado debido a la crisis en un comedor social que garantiza tres comidas al día a familias en paro y jubilados que no llegan a fin de mes.

Anoche había más de 400 personas en la cola. Allí estaba José Luis, un camionero que lleva dos años en paro. "Tengo 45 años, pero me dicen que soy muy mayor y no consigo un empleo", contaba mientras Álvaro, un voluntario, le servía un caldito. Ayer repartieron sopa, bocadillo, yogures, frutos secos y algunos dulces. El menú depende de qué alimento hayan donado desde grandes superficies a particulares. Los voluntarios atienden a los usuarios, pero se sigue sumando gente y la cola se mantiene sin parar durante hora y media. Un jubilado que cobra "menos de 500 euros" y no quiere dar su nombre también aguarda su turno. Con esos ingresos tienen que vivir él y su mujer. Así que afirma que "desde que pusieron lo de las medicinas [el copago]" tiene que venir algunas noches. "Ya no tengo hipoteca ni alquiler, pero hay que pagar la luz, el agua, los impuestos", dice.

En la cola hay también un indigente que se tambalea, muchos inmigrantes, algún enfermo mental; jóvenes, ancianos; blancos, negros; personas solas, parejas que van hasta con el perro...

"Aquí no pedimos ningún documento. Abrimos la puerta y al que esté en la cola se le da de comer. La meta es despertar conciencias, que se acuerden del más necesitado y compartan", explica Antonio Meléndez, presidente de la asociación.

Hicham es otro voluntario. Es marroquí y estudia ingeniería. Dice que aunque le resta tiempo, no se arrepiente de hacer esta labor solidaria. Del otro lado del mostrador hay varios adolescentes de su país. Como Mohamed, un chico marroquí de 19 años que llegó en los bajos de un camión siendo menor, estuvo acogido por la Junta y al llegar a la mayoría se edad se quedó en la calle.

Los Ángeles Malagueños de la Noche han lanzado esta semana una llamada de auxilio. No aceptan dinero, sino alimentos para responder a una demanda que no para de crecer. Además de cocinar y repartir la comida entre quienes acuden a su caseta, la asociación se encarga de buscar las donaciones para hacer posible esa labor. Así que los 200 voluntarios de la organización siempre tienen faena. Ahora, además de resolver el día a día, ya están organizando la cena de Nochebuena. Habrá pollo y tortilla de patatas. Para ello, solicitan a los malagueños que aporten un menú. La organización ha contactado con distintos asadores de toda la capital en los que los interesados pueden colaborar adquiriendo una comida que luego recogerán los voluntarios para ofrecerla la tarde del 24 de diciembre. Para apoyar la iniciativa puede solicitarse información en la caseta junto al Guadalmedina o al teléfono 639 79 29 27.

Fernando estaba también ayer en la cola con su mujer. Son ecuatorianos. Vinieron para trabajar, pero se han quedado en paro. "Si la cosa sigue así, nos volvemos ¿Para qué vamos a quedarnos?", se preguntaba. Unos metros más allá esperaba Ignacio, un autónomo al que la crisis pulverizó su negocio, y un separado que al divorciarse se quedó sin casa y en la ruina. A algunos se les nota que viven en la calle (Para ellos, los ángeles piden mantas y sacos de dormir porque el invierno está muy cerca). A otros lo que se les nota es que nunca se habían puesto en una cola para llenar el estómago.

Juan Antonio tiene 19 años y ahora es voluntario. Ayuda en la cocina. Hasta no hace mucho estaba en la cola para poder comer. Ahora ha enderezado su vida y ayuda a los demás. Y es que para muchos la línea que separa a los usuarios de los voluntarios es demasiado fina: puede romperse tan solo por perder el empleo.

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