Las ‘kellys’ se reivindican: “Es mucho más que limpiar una habitación”

Las camareras de piso reclaman que se supriman las externalizaciones de las empresas

Una semana en un hotel 3-4 estrellas en la Costa del Sol para una familia cuesta de media unos 2.000 euros

Dos mujeres hacen la cama de la habitación de un hotel. / M. H.
Valeria Veiga

Málaga, 10 de julio 2022 - 06:22

“Es mucho más que limpiar una habitación”. “Generalmente estamos solas en esto”. “Somos invisibles para el resto de la plantilla”, afirma María Luisa Expósito de 63 años de edad, 27 de ellos como camarera de piso. Ahora es responsable de Comisiones Obreras (CCOO) en el convenio de Hostelería. Expósito ha trabajado para diferentes empresas hoteleras en Málaga, doblando turnos y con cargas de trabajo que considera “inhumanas y duras”. “No importa el tipo de contrato que tengas, ni las horas contratadas, si no has terminado con las habitaciones no te vas”, cuenta con una la mirada afligida y cansada por una situación que parece no cambiar.

No nos gusta que nos llamen Kellys, somos camareras de piso”, sentencia Expósito. “Considero que somos un grupo profesional de trabajadoras que nos costó varias huelgas para que las camareras de piso entráramos en el convenio de hostelería”, añade. La protesta persiste durante años en este sector, las reivindicaciones no han cesado y las mejoras, asegura, que no han cambiado, concretamente para las empresas multiservicio. CCOO manifiesta que la precariedad de algunas de las empresas subcontratistas que no están sujetas al convenio de la compañía o que directamente no lo aplican. Asimismo muchas de ellas continúan sin tener una regulación en su contrato. Ahora, el convenio colectivo provincial de Málaga incluye, además de los propios hoteles, las “empresas externas” para que sus trabajadoras estén amparadas por el marco regulador hostelero.

Miedo, desconfianza y cansancio. La mayoría de las camareras de piso viven unas condiciones de trabajo muy duras y la prevención de riesgos laborales no son correspondientes. “Nosotras hacemos mucho más que limpiar, atendemos al cliente, aseguramos que estén cómodos y desinfectamos todas las habitaciones desde la pandemia”, afirma Expósito, que recalca que esas horas de más por la desinfección no están pagadas.

Por otro lado, María Trinidad (58 años), representante de la Asociación de Kellys de Málaga y camarera de piso desde 1994, apuesta por establecer un sistema que ponga en conocimiento los problemas y necesidades que tiene este grupo vulnerable. Las camareras de piso de empresas externas o subcontratadas de los hoteles exigen tener los mismos derechos que las internas y sujetas a la plantillas del mismo, que se les reconozca en la categoría de “hostelería” y no en la de “limpieza”.

No somos limpiadoras, estamos cansadas de explicarlo y tener que asumir unas condiciones que no nos merecemos”, explica María Trinidad Jiménez, presidenta de la asociación. El articulo 42.1 del Estatuto de Trabajadores hace referencia a que las empresas pueden subcontratar unos servicios o mano de obra para la empresa. Pese a numerosas manifestaciones de las kellys y denuncias por parte de sindicatos, no lograron que esto pudiera cambiarlo, aunque aseguran que, en ocasiones, sí han conseguido que los sueldos sean equitativos para las subcontratadas y contratadas.

Dolor cervical, principio de artrosis, contracturas por todo el cuerpo y además el estrés de no llegar a cumplir con nuestro contrato por ratios”, enumera sus dolencias Inmaculada Rodríguez, que lleva trabajando 12 de sus 53 años como camarera de piso en una empresa externa. “Hasta que no haga las 22,5 habitaciones, no me voy”, asegura Rodríguez, que, por más que se cumplan seis horas de trabajo, si no ha terminado no puede marcharse.

Muchas de estas trabajadoras acaban pidiendo la jubilación anticipada al no poder llegar trabajando a los 67 que marca el Gobierno debido a su estado de salud. Ni siquiera las empleadas de las empresas externas tienen las misma bolsa de vacaciones ni los mismos derechos. “Lo mismo te dan las vacaciones de repente o de un día para otro, no podemos organizarnos”, asegura Inmaculada Rodríguez que también exige poder tener algo más de tiempo para comer cada día.

Las normas cambian y surgen reformas, lo que da un ápice de aire fresco que les permite ver la luz al final del túnel, pero hasta que no se aplique la teoría, las camareras de piso no dejarán de luchar.

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