Málaga: razones para la desobediencia

Calle Larios

Ante situaciones como la de la Vega de Mestanza, la función de una sociedad civil capaz de decir “no” vuelve a ser crucial, pero eso atañe también a la responsabilidad de una ciudadanía consciente

Málaga: ideas para el futuro

Vecinos de la Vega de Mestanza y voluntarios, en el Guadalhorce: el signo de la resistencia.
Vecinos de la Vega de Mestanza y voluntarios, en el Guadalhorce: el signo de la resistencia. / Javier Albiñana

Málaga/El plan previsto para el pasado martes consistía, ya lo saben, en talar los primeros cuatrocientos árboles de la Vega de Mestanza para la instalación de la EDAR Norte. Y allá que se plantaron en sus camiones los técnicos de la empresa adjudicataria. Tras la expropiación (no completada aún, según denuncian los vecinos), la decisión de la Junta de Andalucía respecto a la ubicación de la depuradora es irrevocable. Sin embargo, la tala no tuvo lugar: vecinos de la zona y otros muchos llegados desde Málaga, Cártama, Alhaurín de la Torre, así como otros municipios, cerraron el paso a los técnicos, dispuestos a documentar todo el proceso, y la actuación quedó paralizada. Cuando escribo estas líneas, la situación es la misma: la de una tensa espera. Cada mañana, bien temprano, los mismos vecinos, voluntarios y cómplices toman posiciones para asegurarse de que cada paso hacia la deforestación terminará debidamente registrado. Porque a alguien tendrá que darle vergüenza todo esto. Y pocas veces, creo, la desobediencia como práctica cívica, consciente y activa ha estado tan justificada en la historia reciente de Málaga. Porque pocas veces hemos asistido (y mira que han pasado cosas) a un despropósito de tal calibre. Para el traslado del material hasta la vega, los responsables decidieron crear una pasarela de tierra que ha cortado en dos el cauce del Guadalhorce, un atentado medioambiental ya de por sí incomprensible, como si la tala no fuese bastante, que, eso sí, ha hecho más visibles (y peligrosos) los vertidos industriales que ya acusaba el río. Una vez que los técnicos sorteen los obstáculos puestos por los vecinos, se procederá a la tala de los árboles. La Junta de Andalucía cifra la cantidad de ejemplares a eliminar en 7.200. Los vecinos sostienen que tal recuento incluye únicamente la superficie en la que se instalará la depuradora, pero que para hacer llegar los residuos desde Cártama y Alhaurín habrá que talar un total de 20.000. Todo un ecosistema, consagrado al cultivo de cítricos, donde viven camaleones y multitud de aves, tirado a la basura y sustituido, como también denuncian los vecinos, por un buen montón de mierda.

En el ecosistema, consagrado al cultivo de cítricos y ahora sacrificado, viven camaleones y multitud de aves

Es muy cierto que los municipios afectados necesitan la depuradora con urgencia, no solo por el propio saneamiento, sino porque los contribuyentes pagan cada año a Europa 1,2 millones de euros, según la Junta, en concepto de sanciones por no depurar estas aguas. Pero también lo es que, además del destrozo medioambiental, la decisión por parte de la Junta de instalar la EDAR en la Vega de Mestanza implica su ubicación en una zona inundable, tal y como quedó demostrado el pasado mes de marzo con la crecida del río, lo que contraviene tanto la normativa respecto a las áreas inundables como el más elemental sentido común. El proceso ha sido lo más parecido a una cacicada: en sus distintas denuncias, los vecinos han señalado que la Junta de Andalucía disponía de al menos otros cuatro emplazamientos posibles para la depuradora, mucho más económicos (de nuevo según los mismos vecinos, algunas de esas ubicaciones implicarían un coste de 40 millones de euros, frente a los 131 millones que va a costar la EDAR en la vega), sin riesgo de inundación y sin talas de por medio. Y lo cierto es que la Junta ha actuado de manera especialmente opaca en este sentido, sin mostrar ni uno solo de los documentos al respecto, lo que invita a hacer cábalas sobre la titularidad de aquellos otros emplazamientos alternativos. La Vega de Mestanza es, o ha sido hasta ahora, tierra de labradores. Blanco fácil. Por una vez, vamos a jugar aquí a la política partidista: cuando la Junta puso la Vega de Mestanza en el objetivo, el PSOE gobernaba aún en Andalucía. Después, tras la llegada del malagueño a la Junta, el PP se ha lavado continuamente las manos, ha recordado que recibió la encomienda del PSOE y que se limita a cumplir lo que hay que hacer para que Europa deje de multar a Andalucía. Juanma Moreno prometió a los vecinos de la vega que iría a visitarla, pero ha incumplido su palabra. Mientras tanto, el PSOE se ha limitado a apoyar a los vecinos con la boca suficientemente pequeña como para no destaparse demasiado. La conclusión es que, cuando el PSOE y el PP se ponen de acuerdo, no hay quien los pare. IU y Vox no solo han secundado las manifestaciones, sino que han reclamado que se busque otro emplazamiento para la depuradora. Parece una contradicción, pero creo que este mapa debería dar que pensar la próxima vez que hablemos sobre la política y su desafección.

Hay ocasiones en que la desobediencia pacífica se convierte no en una opción, sino en una exigencia

En determinadas ocasiones, la responsabilidad de la ciudadanía exige dar un paso adelante. La definición de la misma sociedad civil como sujeto político incluye no solo su derecho, también su obligación, a decir “no” cuando las actuaciones institucionales contravienen los marcos de convivencia fundamentales de nuestra democracia. Sucedió recientemente en el Parque del Oeste de la capital malagueña: los vecinos se movilizaron frente a los despliegues policiales y, aunque no faltaron concejales que los criminalizaron y los acusaron de actuar de forma violenta (siempre se puede dar un poco más de vergüenza), el alcalde, Francisco de la Torre, admitió el error y descartó futuros cierres del parque para beneficio privado. Habrá que ver lo que más concejales, diputados y consejeros dirán de los vecinos de la Vega de Mestanza en los próximos días, porque la resistencia irá a más. Pero hay ocasiones en que la desobediencia pacífica se convierte no en una opción, sino en una exigencia. Todavía hay quien dice en el anonimato de las redes que Mari Carmen Mestanza “defiende lo suyo”. Pero ella y las demás familias están defendiendo lo de todos. El problema es, de nuevo, que la conciencia de que lo que pasa en cada barrio, en cada calle, en el río, en el campo, en el centro y en la periferia es asunto de todos, porque nos afecta a todos, está en Málaga aún por hacer. Tal vez esto explica nuestro apego a la obediencia y al aplauso que seguiremos dando cuando ya no quede un solo árbol por talar. Ni un río más por sacrificar.

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