Málaga

Los niños con necesidades educativas especiales temen ser los “olvidados” de la vuelta al cole

  • Las familias demandan una bajada de ratio, el aumento de profesionales para sus terapias y materiales de protección adecuados

Arturo realiza tareas del colegio en casa durante el confinamiento.

Arturo realiza tareas del colegio en casa durante el confinamiento.

Pensar en septiembre supone un pellizco en el estómago para Eva Ortega. Y para Ana María Fernández, Inma García, Libertad Gómez y cada familiar de un niño con necesidades especiales de apoyo educativo. Si la vuelta al colegio se presume complicada para la gran mayoría, que se debate entre los beneficios de la enseñanza presencial y el miedo al contagio, lo es aún más para aquellos que no se ajustan a la media. Quieren volver pero de una forma segura y con una atención de calidad. Los padres aseguran que en sus centros aún no saben cómo afrontarán estos casos y ellos se sienten olvidados por la administración.

“Tienen que ir seguros al colegio, son especiales y deberían de haber dado pautas a seguir de lo que se va a hacer y no nos dicen nada todavía, son los grandes olvidados”, considera Eva Ortega. Su hija Elsa, de 4 años, tiene trastorno del lenguaje y la comunicación verbal le cuesta más que a cualquier otro niño. “Con mascarilla va a ser imposible para ella, que necesita leer los labios, ver la expresión facial, porque si no puede comunicarse se frustrará, empezará con las rabietas y me preocupa”, comenta Eva, que tiene miedo al contagio pero aún más “a que no avancen, a que no reciban las terapias”, dice.

Lo primero que se necesitaría, estima esta madre, son más profesores de Pedagogía Terapéutica y Audición y Lenguaje. Y que su trabajo lo puedan realizar con pantallas y barreras protectoras transparentes para una mayor comunicación. También apunta a la necesidad de contacto físico con estos niños.

“Hay niños con hiperactividad, con autismo, que se tiran al suelo, que se golpean si tienes una crisis, a ver cómo lo haces. Debería de haber una persona que tuviera el material de protección necesario para poder acercarse, para tener contacto físico, la distancia es muy mala compañera para estos niños”, apunta Eva.

Ángel, el hijo pequeño de Ana María Fernández, tiene trastorno del espectro autista (TEA). Para él siempre es difícil el primer trimestre. “Entra en crisis, se agrede a sí mismo, se tira al suelo, así que estoy viviendo con mucha angustia el comienzo del curso, estoy muy preocupada porque no tenemos información que nos tranquilice”, señala Ana María.

Para esta madre es importante saber qué va a pasar con su hijo si tienen que calmarlo dentro de clase y qué medidas van a adoptar para favorecer su comunicación. “Tienen que tener mascarillas o pantallas transparentes”, apunta.

“Si mi hijo va a estar en una clase con 30 compañeros, dónde está el distanciamiento, es fundamental bajar la ratio, que se hicieran más grupos y tener más profesores, que los especialistas no dan abasto con los niños que tienen”, subraya Ana María. También destaca que si hay menos alumnos en cada clase “podrían tener la distancia adecuada para no tener la mascarilla, porque Ángel no la va a aguantar puesta desde las 8:00 a las 14:30”.

Las familias de estos alumnos saben que la escuela presencial es básico para ellos, porque necesitan socializar. Pero demandan medidas sanitarias que garanticen la seguridad de sus hijos. “Ante todo me importa la seguridad, tendrán que volver, está claro que les hace falta, pero con precaución”, indica Libertad Gómez.

Su hijo pequeño, Óscar, tiene signos de trastorno del espectro autista y el año pasado fue su primer curso en el colegio. “Lo ideal sería tener grupos con menos alumnos, tienen que velar un poco más por los niños pequeños que, además, tienen dificultades”, apunta. Y ve que su hijo, por su corta edad y por su trastorno, va a ser difícil que cumpla con el distanciamiento requerido, que no se acerque a sus compañeros, “que deje de ser un niño”.

Arturo, el hijo de Inma García, tiene TEA y altas capacidades. Así que igual que toca una partitura de Beethoven con 9 años no sabe socializar como los demás. “A nosotros lo que nos interesa, sobre todo, es la interacción con sus iguales, que puedan ir al colegio con otros niños de su edad, que surjan los conflictos, que los terapeutas puedan enseñarles a ser futuros adultos socialmente adaptados y con los usos sociales aprendidos”, indica Inma. Por eso, asegura que están deseoso de que vuelva a su normalidad “pero no a cualquier coste”. 

“Es un colectivo muy especial, por lo heterogéneo que es, dentro del TEA hay muchísimos grados y se debería de hacer un traje a medida para cada uno, por eso necesitamos que en las clases haya menos alumnos, por una cuestión práctica y de seguridad”, agrega Inma.

Y destaca que “superamos el miedo que nos da el virus porque sabemos que el autismo va a seguir existiendo y estos niños necesitan el contacto con sus profesores y compañeros, pero no pueden meter a 25 niños en un aula, respetar las distancias y garantizar que se dejen cinco horas una mascarilla puesta”.

En definitiva, piden menos alumnos y más profesionales por grupo, aseguran que no les importa que se hagan turnos de tarde, pero exigen que la educación sea de calidad.

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