Málaga

La oportunidad de salir de Los Asperones al compás de las palmas y el cante flamenco

Clases de baile en el colegio María de la O, en los Asperones de Málaga.

Clases de baile en el colegio María de la O, en los Asperones de Málaga.

Las palmas suenan a ritmo de rumba, se escucha un taconeo mientras el cajón flamenco lleva el compás y las piernas se sincronizan con los brazos para bailar. Este melodía viene formada por niños de 8 a 12 años que están aprendiendo en las clases de la Escuela Social del Flamenco. Esta hora es un oasis en sus vidas. Los menores conviven en un contexto de pobreza severa, donde no llegan los servicios de limpieza, no hay alumbrado público y su familia lucha día a día para sobrevivir. Son niños que viven en Los Asperones y han encontrado en el flamenco una posible vía de escape hacia un futuro mejor.

La Escuela Social del Flamenco es una iniciativa de la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Málaga (UMA), que cuenta con la colaboración del Ayuntamiento. Las formaciones están dirigidas a jóvenes de entre 6 a 16 años con el objetivo de utilizar el flamenco como una herramienta educativa. Estos reciben clases de cante, baile y aprenden a tocar instrumentos en las dos sedes en las que se ha instalado. Una está en el distrito Palma-Palmilla y la otra en el Colegio María de la O de Los Asperones. El primer curso de esta escuela arrancó en noviembre y ya ha llegado a su fin con la llegada del verano.

Sin embargo, la actividad en la sede de Asperones ha ido más allá. Víctor Pastor Pérez, profesor, musicólogo, sociólogo y criado en una familia de artistas flamencos, ha sido uno de los profesores este curso y decidió mostrar la realidad de estos niños para tratar de crear conciencia mediante un vídeo. “Mi barrio es muy humilde y quiero que haya bancos pa´ sentarnos o fuentes pa´ lavarnos las manos” o “Lo que a mí me gustaría es que quiten toda la basura, que lo dejen limpio, que no lo tiren al suelo, que esté bonito el barrio, que lo pinten” son algunas de las declaraciones de los alumnos recogidas en el vídeo cuando se les pregunta cómo es el lugar donde viven.

Estos chicos son víctima de la situación de exclusión en la que se encuentra la barriada. “Ven basura por todos lados, viven en chabolas, solo hay farolas en la calle principal… estos niños han visto cosas que no deberían haber visto”, declara el profesor. De ir al barrio solo para dar clases quiso llegar más allá, visibilizando el día a día en un vecindario que lleva 30 años olvidados. Para ello se compró una cámara de segunda mano y preparó las entrevistas para que fueran los niños quienes contaran la realidad. “Es como tener el tercer mundo a espaldas del primer mundo, está a solo 7 kilómetros del centro histórico”.

Según Víctor, es fácil para estos menores encontrar las carencias de su barrio. “Lo tienen claro e incluso creo que se callaron algunos testimonios más desagradables porque sabían que los estaba grabando”. Sin embargo, hablan de oportunidades y miran al futuro con ilusión. Estos chicos, a pesar de que algunos dicen que su padre “no es ná” cuando se le pregunta a qué se dedica su familia, confiesan que de mayor les gustarían ser diseñador, médico, veterinaria o que quieren trabajar en una discoteca.

Además, ven el flamenco como una “oportunidad”. “A lo mejor puedo ser de mayor cantaora”, dice una de ellas cuando se le pregunta en qué cree que le pueden ayudar las clases de flamenco. “A mi me gustaría ser maestro de guitarra”, explica otro e incluso su compañera confiesa que si sigue, más adelante podría montar una academia de baile. El vídeo pretende plasmar una realidad con todos sus ápices, desde la parte más cruel hasta los sueños que se siguen forjando en un ambiente en el que todo guía hacia la exclusión, porque como se puede comprobar en uno de los planos que enfoca un letrero de Los Asperones “Aquí las calles no tienen salida, las personas sí”.

El flamenco como herramienta de transformación social

Víctor Pastor considera que el flamenco es un vehículo en el sistema educativo para trabajar con niños, concretamente se refiere a la etnia gitana. La comunidad sigue sin estar representada, echan en falta el verse reflejados en los libros de texto. “El alumnado trabaja con algo que siente suyo. Esto despierta el interés y desde ahí se comienza a enseñar valores de respeto, disciplina, hábitos de estudio…”, explica Pastor, quien considera que el flamenco “es una excusa”. “Para mí el flamenco significa como una obra de arte, algo gitano, flamenco, porque… yo qué sé, me sale solo”, dice una de las niñas de la Escuela.

“No es que se pongan a dar palmas y lo hagan bien, es que llevan viéndolos desde pequeños. Su sentido rítmico no es genético, es cultural”, explica el sociólogo y se refiere a que a pesar de que el flamenco no nació en el colectivo gitano, sí es algo que forma parte de ellos. “Algunos payos sí que tenemos interiorizado el sentimiento flamenco, pero un gitano español, sea de Málaga, Sevilla o Galicia, en sus celebraciones, ocio y ritos está presente”. El profesor explica que al encauzar este conocimiento con los niños del colectivo, se pueden conseguir muchas cosas educativamente hablando. Además, puede ser una salida profesional si continúan con esta formación, como declaraban los propios niños.

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