"Un preso me preguntó: "¿Don Rafael usted me adoptaría?
Rafael Fernández. Funcionario de prisiones
El fundador del Colectivo Moraga que introdujo las artes plásticas por primera vez en una cárcel española crea al jubilarse una asociación para promover la obra de antiguos presos.
TRANSITAR por el borde de las tinieblas no ha dejado otras secuelas en Rafael Fernández (Málaga, 1952) más que un corazón grande y un optimismo radiante. Fundó en los años 90 el Colectivo Moraga a través del que ha brindado a cerca de 300 presos de Alhaurín de la Torre la oportunidad de utilizar el arte para derribar muros, abrir fronteras de mundos ignotos y hasta hallar clavos ardiendo a los que aferrarse. Las obras de los reclusos han sido expuestas y han sido objeto de premios. Ahora cuelgan de las paredes de la cárcel, convertida en uno de los museos más singulares e inesperados del país. El futuro del Colectivo Moraga está, sin embargo, en el aire. Su fundador se jubiló hace un mes y nadie ha tomado las riendas del proyecto. Recomienda a su sucesor que ponga el corazón en el trabajo. También que deje fuera el reloj.
-¿Por qué eligió ser funcionario de prisiones?
-Vengo de tradición penitenciaria. Mi padre y mi abuelo ya trabajaban en la cárcel. Yo estudié Geografía e Historia, pero al volver del servicio militar me dijo mi padre que había unas plazas... De aquello hace 34 años.
-Dicen las encuestas que los españoles queremos ser funcionarios. Trabajar con un horario fijo, ganar un salario fijo y a casa . Pero usted funda el Colectivo Moraga, introduce a los presos en la creación artística y, en definitiva, se mete en jaleos.
-Creo que las personas tenemos la capacidad de modificar nuestro entorno. Cuando llegué a la cárcel de Alhaurín y vi ese kilómetro y pico de pasillos vacíos, cuando vi, como decía Lorca, ese sitio de la lágrima y la pena, siendo creativo como soy quise hacer algo. Empecé a buscar gente que supiera pintar, esculpir o escribir para agruparlos, sacar la cárcel de la cárcel y hacer que sus muros fuesen transparentes.
-¿Encontró un ambiente favorable a estas ideas?
-Desde el momento en que haces un trabajo que se presta a que seas diferente y te vean diferente crece algo tan español como la envidia.
-O sea, que le ha dado complicaciones.
-Sí.
-¿Compensan?
-Por supuesto... A cambio de sacrificar muchas cosas, pero, ¿en qué queda la vida si no somos capaces de trabajar por la gente? Debemos ser conscientes de dónde estamos, de lo que vamos a hacer y por quién, porque estas personas en riesgo de exclusión son el motivo y el origen de nuestro trabajo. Muchas veces nos limitamos a estadísticas y baremos, cuando detrás de cada expediente hay una persona.
-¿Todo el mundo merece una oportunidad?
-Todo el mundo.
-¿Todos la aprovechan?
-Yo he dado muchas oportunidades. Los internos entraban allí, trabajábamos horas y horas todos los días haciendo arte y decían aquí no estoy en la cárcel. Aquí me siento libre. ¡Fíjate qué compensación personal! Luego también meten la pata, te perjudican y se perjudican ellos, pero, ¿no merece la pena arriesgar?
-¿Cuántas personas han pasado por el Colectivo Moraga ?
-En estos 20 años entre 200 y 300.
-¿Qué va a pasar ahora que usted se ha jubilado?
-Se ha quedado un poco en el aire. Imagino que le darán alguna salida. Un poco antes de jubilarme colgué un cartel con la leyenda "Se alquila. A quien no esté pendiente del tiempo". Reconozco que soy heterodoxo y provocador, pero este trabajo hay que hacerlo de corazón, sin juzgar a los internos, que mejor o peor ya han sido juzgados, para que cumplan su condena en las condiciones establecidas y sin perder el contacto con la realidad para que puedan salir a la calle mejor.
-¿Existe la reinserción?
-No creo en la reinserción. Creo en las opciones. Yo puedo ayudar, orientar, decirle a un interno que puede trabajar, estudiar, formarse o pintar. Puedo ofrecerle opciones de tratamiento... Pero es necesario hablar con esa persona, conocerla, decirle qué puede hacer y preguntarle si lo va a hacer. Lo que no es posible es tener a 1.300 personas sin que los profesionales hablen con ellos al menos una o dos veces y le den una expectativa. El interno está solo. Entra solo y sale solo. Por muchos amigos que tenga, por mucho colegueo que haya...
-¿Qué lleva a una persona a la cárcel?
-Hay gente que hace del delito su vida porque no puede acceder a un bienestar sin trabajo o sin preparación.
-¿Las carencias entonces?
-Sobre todo las emotivas. Recuerdo un chico que estuvo por un delito bastante gordo y ahora está reintegrado. Llevaba conmigo seis años. Un día me dijo. "Don Rafael, ¿sabe? que necesito enamorarme" Claro, un chico joven que entra con 19 años y está allí hasta los veintitantos privado de la vida. Son muchos componentes los que llevan allí. La desesperación también. El otro día me encontré a otro que también colaboró conmigo en el Colectivo Moraga. Trabaja en una empresa de multiservicios, no le pagan y tiene dos niñas. Me dijo que está robando pañales y leche para las niñas. Hay muchos casos de desesperación. También hay muchos que cometieron un fallo, rehacen su vida y mucho después tienen que ir a prisión.
-No se puede decir que los reclusos vivan instalados en un sistema de vida del que no salen.
-Muchas veces necesitan una persona que tire de ellos. Una mujer, la familia o un círculo afectivo que lo arrope y le haga sentirse acompañados porque una persona sola sale a la calle sin ningún medio de trabajo y ¿qué hace? Tengo una anécdota que te voy a contar. [De pronto, la cara de Rafael Fernández se contrae. Unas lágrimas bailan con disimulo entre las pestañas] Había un chico sin familia, sus padres lo abandonaron, se crió en La Misericordia, lo que ahora es la Térmica... Recuerdo que me contó que su madre lo sacó un día de allí para celebrar su comunión. Lo llevó a un derribo, porque estaba emparejada con un chatarrero, y allí, en medio de la chatarra, le hizo una paella que él comió con dos hermanos.... Un día me dijo, "¿usted me adoptaría? Porque me encantaría tenerlo como padre".
-¡Era alguien que no había tenido absolutamente ninguna oportunidad en su vida!
-Me contaba que estando en el centro de La Misericordia se orinaba por las noches, el educador lo sacaba de la cama, lo llevaba a la fuente del patio y le metía la cabeza en el agua mientras lo amenazaba con ahogarlo si se volvía a orinar. Ese niño cuando creció lo que tenía dentro era maldad, ¿qué iba a hacer?
-Después de 34 años en la cárcel no solo no se ha vuelto un cínico, sino que se emociona.
-Son tantas vidas, tantas vivencias, te lo cuentan... El sábado estuve en Granada y me encontré con otro chico. Me quedé boquiabierto. Había tenido un delito conflictivo, ahora está en tercer grado y fue un encuentro tan emotivo...
-¿Sigue entonces manteniendo relación con los internos?
-Sí. Es una relación de respeto, amable, de agradecimiento. Hace poco sonó el teléfono y era un chico que estuvo conmigo hace 19 años. Me invitó a cenar para que conociera a su familia y sus hijas. Fui a su casa y me dijo: "Usted ha sido para mí como un padre. Me aconsejó de tal forma que yo reorienté mi vida".
-Pocas cosas pueden ser tan gratificantes.
-Mi trabajo ha sido una satisfacción, ha merecido la pena. He sido un privilegiado porque he tratado con las personas y sé la historia que hay detrás de cada obra de arte, de cada poesía, de cada cuadro. Me sorprende que al cabo de los años se pongan en contacto conmigo, es muy gratificante. Iba a la cárcel todos los días con ilusión. ¡Fíjate! Porque mi trabajo era diferente, era una isla dentro de la cárcel, aunque estuviera rodeada de tiburones. Recuerdo un chico colombiano que al irse dejó escrito en el libro de firmas: "He estado 3.000 días privado de libertad, pero no me importaría volver a vivirlos por haberlo conocido a usted". Me emocionó muchísimo.
-¿También habrá habido alguna frustración?
-Sí, pero me acuerdo de lo positivo. Por ejemplo visitábamos lugares culturales, el CAC, el Mupam, la Catedral... Algunos no habían ido antes nunca a un museo.
-¿Cuántas obras hay en la cárcel?
-Buff, no sé. La cárcel de Alhaurín es ahora mismo una galería de arte. Puede haber 500, 600 ó más.
-¿Mantienen los presos la actividad artística cuando salen?
-Muchos. Me he jubilado hace un mes y he creado una asociación que se llama Artex personas y arte en la que colaboro con personas que han seguido para organizar exposiciones y hacer actividades. Son personas que han estado conmigo en el Colectivo y siguen su actividad después en la calle. Esta asociación nace para seguir dándoles una oportunidad.
-¿Cuántos son?
-Está en trámite, pero ya somos cuatro o cinco. La primera obra se ha donado a la Facultad de Derecho. Es un retrato del rey, Felipe VI, que ha hecho Sergio San Nicolás, un antiguo colaborador mío. Es la primera obra donada como Artex. Pedro Altamirano está haciendo también un mural en la Facultad de Derecho y tenemos exposiciones en proyecto. En septiembre tenemos prevista una muy original en un trastero que organizo con Antonio Troyano, de Gabinete Hyde, que ha sido muy importante para el Colectivo Moraga porque fue el primero que, estando en Diputación, en el proyecto Nómadas, empezó a llevarse nuestras obras por la provincia.
-¿Se abusa de la cárcel como solución?
-No sé para qué puede valer que vaya cárcel alguien que tiene una vida normal por conducir sin carné o sin seguro. Tampoco es el sitio más apropiado para una persona psicótica a la que se mete en prisión porque no hay otro medio. Hay gente reinsertada con un delito de hace 10 años que tampoco tiene sentido meter otra vez en la cárcel. Creo que se deberían estudiar estas cosas, no se puede legislar a golpe del impulso del último delito.
-La cárcel de Alhaurín de la Torre está masificada, mientras que la de Archidona sigue cerrada.
-El problema es la provisión de puestos de trabajo. Antes se convocaban oposiciones para 1.000 plazas en prisiones y ahora va a haber una oposición para 270. Leí el otro día que hay varias cárceles en España que no tiene sentido abrir. La población reclusa ha bajado a 16.000 personas
-¿Por qué, hay menos delitos?
-Ha cambiado el perfil. Recuerdo que en la antigua prisión había condenas por robos, tirones y delitos relacionados con la heroína. Ahora básicamente lo que hay son muchas estafas, temas de corrupción y delincuencia organizada.
-¿El perfil del recluso también ha cambiado?
-Los jóvenes hoy día quieren tener buen coche, buena ropa, viajes, fiestas, vivir bien, pero ¿cómo se consigue, sudando? Cuando llegan a la cárcel todo eso se queda fuera. Recuerdo el caso de un chico que al cumplir los 19 años su padre, que se dedicaba al tráfico de drogas, le cedió la mitad de sus clientes. ¡Tal y como lo cuento! Estuvo con una chica, la dejó embarazada, vivía como un rey, era un dios, manejaba dinero, tenía buenos coches, un chalé y muchos amigos. Un día le pregunté, ¿qué te queda de aquello? "Nada", respondió. "La casa me la hipotecaron, el coche lo incautó la Policía y mi mujer vive con su madre". Poco antes de salir dejó a su mujer embarazada otra vez. Vino y me preguntó: "Don Rafael, mi mujer me ha dicho de abortar, ¿usted qué quiere que haga?". ¡Me hizo esa pregunta! Después, un día me lo encontré en la calle y estaba en lo mismo, a menor escala, pero había vuelto a vender droga. Le di un rapapolvos, pero allí otra vez [en prisión]. Ese niño que se ha criado jugando a la Play y oliendo la droga, ¿qué va a hacer luego, estudiar Derecho?
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