Málaga

Sin respuesta cierta ante las inundaciones

  • La saturación de los arroyos se repite como causa de la anegación de calles y locales en las zonas Este y Centro.

El arroyo Jaboneros, el pasado domingo.

El arroyo Jaboneros, el pasado domingo.

El Ayuntamiento de Málaga empieza a poner números a las obras que necesita acometer para paliar las debilidades de la ciudad ante trombas de agua como la caída en la madrugada del pasado domingo o el temporal que afectó a la capital el pasado mes de diciembre. En ese último episodio fue la zona Oeste la más afectada; este fin de semana la losa se posó sobre el Este y el Centro, con varios arroyos desbordados y las calles anegadas. Las fotografías se repiten con cierta periodicidad sin que hasta la fecha se hayan acometido todas las intervenciones precisas para, al menos paliar, los daños generados por unas precipitaciones que en el caso de la capital pueden ser catalogadas de históricas.

De nuevo la saturación de arroyos como La Caleta se ha dejado sentir en la zona Este, como ya ocurriera en noviembre de 2012. Sin embargo, en este intervalo las medidas adoptadas desde la Casona del Parque han sido escasas. Es ahora cuando, al menos en el plano teórico, se quiere poner remedio. Y ello pasa por la plasmación sobre el terreno de los proyectos impulsados por la Gerencia de Urbanismo y la Empresa Municipal de Aguas (Emasa) para acotar el efecto de las inundaciones en una docena de puntos, entre ellos las zonas más damnificadas por la última tormenta.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, aprovechando un desayuno informativo organizado por Forum Europa elevó ayer a entre 25 y 40 millones de euros la inversión necesaria para afrontar una veintena de obras en esta materia. De este paquete, el Ejecutivo local quiere disponer al menos 3 millones en el presupuesto de 2017 (pendiente de aprobar) para iniciar las primeras actuaciones.

Los análisis municipales constatan como el primero de los males que padece la ciudad el carácter unitario de las infraestructuras, de manera que la red de saneamiento y pluviales comparten tuberías en las zonas más antiguas. El gran reto reside en lograr que el agua de lluvia sea conducidas de manera natural a los arroyos, que, a juicio del regidor, "deben dotarse de mayor profundidad", sin descartar la posibilidad de hormigonarlos para que el agua circule con velocidad. Aunque para que la medida sea útil, desde el Ayuntamiento abundan en la necesidad de que los mismos estén limpios y adecuados. "El planteamiento que hacemos es el de usar los puntos de arrastre de los arroyos para que las aguas pluviales vayan ahí de forma natural, pero tienen que estar inmaculados", expuso ayer el concejal de Medio Ambiente, Raúl Jiménez. A modo de ejemplo, explicó que los problemas ocurridos el fin de semana en la calle Victoria y alrededores están vinculados a la colmatación del arroyo que pasa por la calle Amargura. "Estaba lleno de vegetación, se taponó y el agua acabó desbordándolo", expuso.

Algo parecido dice que ocurrió con La Caleta. La intervención sobre este cauce, apuntaba Jiménez, formaba parte del acuerdo firmado con la extinta Confederación Hidrográfica del Sur (CHS), que quedó en agua de borrajas tras el traspaso de las competencias a la Junta de Andalucía. Ahora, el concejal, que recordó que en su día se planteó incluso la creación de una presa, abogó por una actuación más económica: bajar el lecho y elevar los puentes con los que se encuentra en su discurrir hacia el mar. Con ello, ganaría capacidad para absorber el agua de los arroyos que hay aguas arriba, como el Toquero. "Se ha ido llenando de tierra y lo que hay que hacer es limpiarlo", repitió.

De la Torre responsabilizó ayer de debilidad de la capital ante grandes trombas a la Junta. De un lado, por incumplir el convenio de 2004 con el Gobierno, que reflejaba 130 millones de inversiones, pero de los que apenas se han ejecutado 3. De otro, por rechazar la petición que en 2007 hizo para sufragar una serie de proyectos, entre ellos varios hidráulicos, con fondos europeos. El alcalde se quejó de que las inundaciones de 1989 sólo sirvieron para dar una solución a la desembocadura del río Guadalhorce pero no para afrontar otros problemas.

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