Baldo Mira 'El Flaco': El Pacquiao de La Trinidad que creció con Kevin
Campeón de España de peso supergallo, espera día y hora para intentar llevarse el título europeo enfundado en la camiseta del Málaga de su buen amigo
Galería: Las imágenes de los dos amigos en La Trinidad
Kevin habló de su futuro en Málaga Hoy
Su nombre es Baldomero Mira Martín (Málaga, 1997). A mucha gente todavía no le suena su nombre, pero este trinitario de 26 años es campeón de España de boxeo y está a punto de aspirar al título europeo. En su barrio, a los pies de la iglesia de San Pablo, atendió a Málaga Hoy para contar su historia.
Es curioso que ahora le apoden El Flaco porque empezó a boxear para quitarse unos kilos, por amor a un deporte en el que tiene como referente a su padre y, sobre todo, a su abuelo: “Lo llevo en los genes. Mi abuelo era José Martín, que boxeó mucho en Barcelona y otras zonas de Cataluña”. Un hombre fuerte y longevo que vivió hasta bien pasados los 90 años.
Comenzó a hacer sus pinitos con apenas cuatro años en el taekwondo. Después probaría el kickboxing, pero lo suyo era los guantes y el cuadrilátero. Desde los diez años, ya son más de tres lustros en este camino. “Sobre los 13 años decidí debutar en eventos entre clubes. Luego vi que se me daba bien y a los 14-15 fuimos a los campeonatos de Andalucía y quedé campeón. A los dos meses fui al de España en Salamanca y quedé campeón de España Amateur”, relataba.
Con Boris Heredia se inició como amateur y avanzó hasta apostar por ser profesional cuando ya fue mayor de edad, acompañado por Sedano y, sobre todo, Juan El Gordo. Ahora también se apoya en otro bicho como Lucas Giacon. Sus números están ahí 12 victorias y cero derrotas. Solamente es el comienzo. El Flaco, que cumple un año como campeón nacional en peso supergallo, tiene hambre.
“El 18 de marzo hace un año ya... Ahora hemos decidido bajar una categoría porque me había salido la oportunidad de optar al campeonato de España en gallo, pero me llamó mi promotora diciéndome que nos habían nombrado aspirante oficial para el título de la Unión Europea. Estamos esperando a que se haga la subasta para ver si nos enfrentamos en España o en Italia. Su campeón es bueno, pero sé que podemos hacer un gran trabajo para que el título se venga para Málaga”, contaba Baldo.
Si logra hacerse con el cinturón del viejo continente, las cosas pueden cambiar. No es sencillo, no obstante, vivir de este deporte pese a que uno sea profesional y viva y se comporte como tal. Al final, hay que atraer a patrocinadores que ayuden, mientras tanto, también combina su actividad con clases particulares.
“Cuando estás empezando la carrera tienes que combinarlo con un trabajo. Yo doy mis clases privadas. Al principio no se puede comer del boxeo, mínimo a partir de ser campeón de Europa, ahí es cuando se le puede ver un poquito de color a esto. Cuando hay títulos la gente se vuelca un poco más, antes he tenido que ir buscando en un sitio y otro. Espero que vayan saliendo más cositas”, argumentaba.
Es curioso, porque España siempre fue un país de boxeo, aunque ahora no esté tan de moda. Cree que la tendencia se está revirtiendo: “Siempre hubo mucha tradición, pero ha estado un tiempo algo más paradillo. Ahora parece que está subiendo bastante el boxeo gracias a los youtubers que están saliendo. Creo que pronto el boxeo va a volver a estar en España arriba. Se están metiendo en UFC y boxeo y a nivel de aficionados están metiendo a gente y moviéndolo”.
Uno de sus ídolos es Manny Pacquiao, uno de los mejores boxeadores de la historia y también de los más reconocidos internacionalmente, pero le gustan otros como Román Chocolatito González (nicaragüense y campeón mundial en cuatro divisiones diferentes) y los de la escuela mexicana: “El Gallo Estrada... Me gustan los mexicanos aunque no me sirvan mucho de referencia porque soy bastante alto para mi categoría, tengo que boxear a distancia y tal, pero me gusta sentir la guerra”.
Aun así, sobre todo es de La Trinidad, de El Cautivo y de Kevin: “Y malaguista a tope, malagueño nato de toda la vida de Dios. Voy a ver a Kevin todas las veces que pueda, aunque algunas ocasiones lo tengo más complicado, pero cuando puedo voy a La Rosaleda como malagueño y amigo que soy de él. En pretemporada he llegado a entrenar con él, le he puesto circuitos de física, siempre unidos desde niño”.
De hecho el pasado 27 de enero, en su combate más reciente, se enfundó la misma camiseta de Kevin que luce en el reportaje: “La llevo con mucho orgullo, como gran amigo que es, y siempre la llevaré. Me hice una equipación a juego amarilla y rosa. Disfrutamos mucho”. Se conocen desde niños y ahora ambos pasean por el barrio donde tantas carreras y balonazos dieron, aunque sus carreras deportivas van por sendas diferentes. “A él le pegan más en los tobillos”, bromeaba, pero cuenta que el malaguista “estuvo tiempo cuando tenía un local pequeñito en Juan de Austria, entrenó varias veces cuando era más niño. Ahora está hecho ya un hombre”.
“Desde niño lo tenía claro, me gustaba y me decidí. Quiero seguir este camino para intentar llegar a lo más alto. Como todo boxeador, quiero llegar a ser campeón mundial, pero paso a paso. Primero lo fui de España, ahora voy a intentar serlo de Europa y ya lo iremos viendo. Ahora mismo firmo campeonato de Europa y el ascenso del Málaga”, sentenciaba Baldo ante la atenta mirada de Kevin, que le acompañó en todo momento a los pies de San Pablo: “Somos de El Cautivo a tope, como trinitario que somos, a quien no le guste es que no es trinitario”.
Deportistas de élite forjados en el barrio
Málaga no se puede entender sin el barrio de La Trinidad, un lugar que resiste a los efectos de la gentrificación como buenamente puede. En la plaza de la iglesia de San Pablo, mientras llegaban Baldo y Kevin, unos amigos lanzaban los dados antes de finalizar una partida de parchís, unas vecinas se sentaban en los modernos bancos a hablar de sus cosas y un par de jubilados comentaban temas de actualidad nacional. Los dos deportistas aparecieron, cerca de la pared donde se miran cara a cara virgen y cristo, pegados a Chiquito y La Repompa, a los pies de una cancha donde estos dos deportistas de élite jugaban en tardes infinitas.
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