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Málaga CF - CD Lugo: Lógica, fiesta, sustito (3-2)

Los jugadores del Málaga celebran el 1-0 al Lugo

Los jugadores del Málaga celebran el 1-0 al Lugo / Pepe Gómez

El fútbol suele generoso con la aplicación de la lógica más básica y eso mismo le ha pasado al Málaga después de un inicio liguero en el que pasó de ser uno de los cocos –a priori– al más firme candidato a fiasco del año. Venció al Lugo porque fue mejor en casi todo y casi todo el tiempo. La cuestión es el cómo, por qué sí esta vez y no las anteriores. Con bandas, no cabe duda, es menos banda y más equipo.

No era una cita cualquiera para el Málaga. Se veía en los rostros de los malaguistas desfilando por los aledaños del estadio antes de entrar. Tampoco cuando se fue anunciando uno a uno a los jugadores se cantaron nombres. Cuando saltaron al verde (descripción generosa para el césped) ya hubo algún aplauso y solo cuando comenzó a sonar el himno hubo respuesta, iniciada desde la Grada de Animación, que empujó desde antes de rodar el balón. Reclamación de testosterona y diversos cánticos de la playlist clásica.

De entrada, pese a la situación, La Rosaleda soplaba a favor, pero el resto lo tenían que poner los hombres de Pepe Mel. Apostó el madrileño por la pelota, dando entrada a Ramón por el sancionado N’Diaye, una declaración de intenciones completada por Luis Muñoz, Febas y dos hombres puros de banda como Hervías y Cristian, titular por primera vez como profesional tras debutar en Butarque.

El Málaga tenía un plan claro desde el inicio, con una alineación que le permitía pasar del 4-1-4-1 al 4-3-3 a conveniencia. Aunque los dibujos fueron destrozados por el hambre, por el aire fresco. El marbellí Cristian, con el 39 a la espalda se marcó un Ontiveros antes de alcanzar el tercer minuto. La presión blanquiazul condujo al Lugo a retrasar el balón hasta la portería, donde un mal pase lo rebañó Rubén Castro, más listo que nadie, y se la dejó de cara al extremo. Pudo intentar filtrar un pase pero escogió disparar. Su chut cruzado entró tras besar la madera.

Se ponía de cara el partido para el Málaga, que se quitó una tonelada de presión. Los jugadores parecían más ligeros y el rictus era otro. Continuó su plan el conjunto blanquiazul, más dinámico, con Luis Muñoz recogiendo el guante de Mel y Febas menos engarrotado.

Siguió el primer cuarto de encuentro presionando arriba, negando al Lugo soluciones, arrinconando con y sin balón al contrario, aunque sin la finura para construir un segundo gol. El que más cerca anduvo de ello fue Hervías, con una falta directa al travesaño en una especie de folha seca. Lo intentaron ambos extremos con frecuencia, con los laterales atados en corto. Como si la lógica se hubiera apoderado de todo y de todos. El Lugo tuvo tres o cuatro acercamientos peligrosos que avisaban de que nada estaba hecho.

El Málaga venía de hacer un par de buenas medias partes ante Andorra y Leganés, pero se había caído en las segundas. Sin embargo, nunca se había visto con marcador a favor para poder jugar con su ventaja.

Dejó al Lugo salir de la cueva pero sin dejar de hacer ancho el campo. Los gallegos eran una gran amenaza a balón parado y lo demostraron en una acción que Manolo sacó con algún apuro. La respuesta no tardó en llegar. El Málaga elaboró una jugada que acabó en córner tras disparo de Luis Muñoz.

El lanzamiento provocó una segunda jugada en la que Cristian centró al área y Rubén Castro demostró por qué es una leyenda. En una baldosa controló magistralmente y sacó el disparo con la otra.

Era la tarde de un chico al que casi ninguno de los 14.000 malaguistas que había en el campo ponía cara. Se fue con el estadio en pie y después de haber intentado una vaselina desde el centro del campo en una contra. Para entonces Hernán Pérez ya había realizado un triple cambio.

El encuentro se volvió un poco inestable después de que González Estaban anulase tras escuchar a Ocón Arraiz el 3-0 de Hervías por un fuera de juego previo en el origen de la acción. Quería meterse en el partido el Lugo, que vio cómo Javi Jiménez sacaba bajo palos el 2-1.

El que no pudo anular fue el tanto de Dani Lorenzo, un futbolistas que está llamado a grandes cosas y que finalizó con personalidad un contragolpe que confirmaba que Málaga podía de una vez por todas celebrar una victoria en casa después de casi un año entero. Tanto era así que La Rosaleda despidió en pie a su capitán tras una actuación soberbia.

Baile de linternas en los móviles, que parecían haber llenado Martiricos de luciérnagas. Las tribunas se iban pasando cánticos, una sensación tan poco familiar últimamente, como la media sonrisa (cuando no completa) de los asistentes. Afeó el marcador el Lugo, recortando en el 90’. Ni eso iba a impedir que el malaguismo entonara el himno a capela para despedirse. Era casi un año tragando saliva, que camelen como quieran.

Se durmió el Málaga, satisfecho, y probó un poquito del menú de Segunda. El Lugo recortó y evidenció que si te duermes, te lleva la corriente. Quizás el 3-2 es mejor que el 3-0 para que las orejas sigan tiesas.

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