Málaga C.F.

Hacia una muerte dulce

Pepe Mel, en un entrenamiento.

Pepe Mel, en un entrenamiento. / Javier Albiñana

Son ya demasiadas temporadas jugando con fuego y el malaguismo empieza a asumir que se acabará achicharrando más pronto que tarde. Lo que más fastidia es que, después del momento límite del ERE y los salarios mínimos tras la intervención judicial, cuanto más dinero ha habido para confeccionar equipos y mejores perspectivas existían en verano peor ha sido la respuesta durante la temporada en el verde. La situación institucional, sin ser idílica precisamente, se ha estabilizado. Pero la vertiente deportiva se va empobreciendo pese a que ha habido más dinero. Y es lo que más chirría y quema. Aquel grupo limitado, en efectivos y en talento, que dirigió Pellicer supo comprender mejor el lugar en el que estaba y el escudo que defendía.

La esperanza sigue ahí, pero los síntomas son malos aunque los números no impliquen realizar una hazaña para salvarse. Era algo descorazonador escuchar a Pepe Mel en la sala de prensa de La Rosaleda tras el empate ante el Burgos. Su tono de voz, su discurso, algunas respuestas que denotaban que no lo veía claro aunque dijera que “por supuesto” se veía capacitado para sacar esto adelante. Sucede que el técnico madrileño ha dirigido 18 partidos y ha cosechado 18 puntos. Un balance triste. El punto por partido no basta para remontar y el equipo está en ese alambre en el que se mantiene con vida porque los rivales directos tampoco han podido pisar el acelerador. Es lícito cuestionar a Mel, aunque desde el club hasta ahora no se han emitido señales y parece que el futuro del equipo está ligado a él hasta final de temporada. Pero la realidad es que esta semana se cumple un año desde que se echara a José Alberto López. Tras él, Natxo González, Pablo Guede y Pepe Mel. Cuatro técnicos distintos y resultados muy similares. Los mejores, de largo, del ahora entrenador del Racing de Santander. Tiene también faena que se lean elogios ahora de quienes cuestionaban hasta su aspecto físico.

Desde el 6 de noviembre el Málaga ha jugado 10 partidos y sólo ha perdido dos, contra el primero (Eibar) y el tercero (Levante) en la tabla. En los dos tuvos opciones serias de puntuar, tanto en el Ciudad de Valencia como en Ipurua. Le ganó al cuarto (Alavés) y empató con quinto y sexto (Burgos y Granada), pero sólo ha sido capaz de vencer en dos encuentros. Se puede argumentar que el equipo no está muerto y que compite, pero esos razonamientos ya no son suficientes. En siete de esos 10 partidos, el Málaga se ha adelantado en el marcador. Sólo cuando la portería se quedó a cero pudo ganar el partido. En Zaragoza (es verdad que 80 minutos con uno menos), con Ponferradina, ante Granada y Alavés, en Ibiza, con Tenerife y con Burgos el Málaga metió el primer gol del partido. Eso en Segunda División debe suponer echar la llave al duelo y tirarla al mar, pero sólo en dos ganó. Y lo está pagando con creces. La candidez en los dos últimos partidos para recibir un gol en un córner un minuto después de empatar el partido en el minuto 89 y de recibir un gol en un contraataque en el minuto 60 del partido después de que tras el descanso la tendencia del partido cambiara claramente y no llegaran soluciones desde el banquillo es definitiva.

El Málaga se encamina hacia una muerte dulce. Se realizaron tres fichajes y podría llegar alguno más. Pero la tendencia es la misma, un equipo de cartón piedra diseñado, decían los propios protagonistas, para subir que está en la sartén para bajar.

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