Alguien echó insecticida
Parece que no le sienta demasiado bien la sala Vivero a Elbicho. Es como si alguien echara insecticida, porque Miguel Campello sale como aturdido, desganado y sin transmitir toda la energía que se espera cuando él llega. Y, encima, junto a diez músicos en el escenario. Le pasó cuando la banda vino a Málaga en 2005, que dejó al público sin De los malos, su canción más conocida -entonces y ahora- y sin bis. Y le pasó en la noche del viernes, cuando en una sala Vivero con demasiada gente al grupo le costó llegar a su público, a lo que ayudó el sonido, peor que en otras veces.
Dicen que Elbicho suena mejor en sala que al aire libre, pero en Málaga ha ocurrido lo contrario. El Etnimálaga, la caseta de la Juventud de la Feria o el Auditorio han sido lugares donde ha dejado un gran sabor de boca. Pero en la Vivero no. Y mucho menos su lado más flamenco, que apenas se hizo sentir durante toda la actuación. Su habitual mortal hacia atrás encendió los ánimos y subió los decibelios al inicio, pero poco más.
Lo que no se le puede reprochar es que el lado más rockero de Elbicho -con Los rokipankis como principal aval- sí que sirvió para mover al tendido, como también los sonidos electrónicos que regalaron en varios de sus temas de su primer disco (Elbicho, 2003). Tampoco que durante las más de dos horas de concierto eligieran los temas que todos esperaban escuchar, como Locura, De rodillas, Contigo o De respirar.
Y, aunque han acostumbrado en toda la gira de presentación de su último trabajo, Elbicho VII (Warner Music / Dro Atlantic, 2007), a hacer bises, el público malagueño se quedó sin su bonus una vez más. Tampoco lo pidió.
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