Cultura

'Esperadme en el cielo' supuso para Maruja Torres una "catarsis total"

  • Con la novela ganadora del último Premio Nadal, la escritora se reencuentra con sus dos amigos del alma ya fallecidos, Terenci Moix y Vázquez Montalbán

La periodista barcelonesa Maruja Torres, ganadora el pasado martes del 65 Premio Nadal con la novela Esperadme en el cielo, confesó ayer que los tres años que ha invertido en su escritura han sido un tiempo de "catarsis total". Esperadme en el cielo, que publicará en las próximas semanas Destino, cuenta el reencuentro en el más allá de la propia autora con sus dos amigos del alma, ya fallecidos, Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán.

En la tradición de la novela y el cine de aventuras, los tres vuelven al pasado y revisitan los escenarios de su educación sentimental y se desplazan como en un cuento por las calles del Raval barcelonés de la posguerra, las azoteas de Sabú y el Gran Visir, Alejandría o la feria del libro de Madrid. La periodista reveló que cuando se murieron estos dos grandes pilares, a los que conocía desde su adolescencia (Terenci Moix desde los 14 años) y su juventud (Vázquez Montalbán desde los 25), se potenciaron las dos muertes: "Se convirtieron cada vez en más insoportables, hasta el punto de que me volví, no loca, pero sí solitaria", explicó la escritora.

Aunque la idea primigenia de la novela surgió en Alejandría, cuando un grupo de amigos esparció las cenizas de Terenci Moix en la tierra faraónica; Maruja Torres comenzó a escribir el libro en Barcelona y lo concluyó en el Líbano, donde le sorprendió la última guerra con Israel. En ese viaje los tres amigos protagonizan "un cuento de aventuras con un final que aunque no es feliz, tampoco es resignado".

En la novela, comentó Torres, "se mezcla la realidad, el deseo, el sueño y la necesidad de compañía, la reflexión sobre la realidad" y sobre ella misma, y todo a través de abundantes diálogos, en los que la autora ha conservado "la forma de hablar de Manolo y Terenci y sus latiguillos". Los dos escritores interpretan a menudo papeles prestados por el cine de su infancia, como cuando Moix y Montalbán, vestidos de Gary Cooper y Fredric March, reciben a una Maruja convertida en la Miriam Hopkins de Una mujer para dos, de Lubitsch.

La fantasía en que se ve envuelta la escritora permite piruetas narrativas, como que Terenci y Manolo se intercambien sus papeles y el primero aparezca como un comunista a ultranza y el segundo se erija en defensor de la causa gay.

La protagonista vive una aventura en la que tan pronto es la Wendy de Peter Pan como la Alicia del País de las Maravillas, una aventura que le permite atravesar el Paralelo barcelonés con múltiples referencias a El diablo dijo no, también de Lubitsch, o vestirse de la Jean Simmons de Narciso negro. El tono de la novela se va volviendo paulatinamente más triste, conforme se acerca la hora dramática de la inevitable despedida, aunque ello no impide a su autora declarar que se trata de "una novela divertida en la que la muerte fructifica la vida".

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