Arte

Intimidad y heroicidad

  • Victoria Civera relata en el CAC con 'Atando el cielo' lo vivencial, lo afectivo, los estados paroxísticos de ánimo y las dimensiones pública y privada de la mujer

Atando el cielo, esta retrospectiva de la última década de creación de Victoria Civera que responde a ese interés del CAC por atender a la evolución postrera de autores de la escena española consagrados y con una larga trayectoria (Santiago Sierra, Chema Cobo, Juan Uslé, Miquel Barceló o Jaume Plensa), evidencia la diversidad estilística de la artista valenciana, así como su capacidad sintética -si no sincrética- de aunar y expresarse a través de lenguajes tan distintos e incluso tan antagónicos como la abstracción (desde op y cinética a lírica) y la figuración con distintos tratamientos (desde lo pop a lo expresionista). Este carácter -por llamarlo de algún modo- heterogéneo, sólo es la punta del iceberg de una dimensión aún mayor de Civera, ya que en esta ocasión sólo se atiende a la producción pictórica, no siendo objeto de exposición sus aportaciones a lo escultórico, la instalación o el ambiente, que la llevan a manejar, además, muy distintos medios y materiales.

Sirva esta vis multidisciplinar y esta comunión y nomadismo lingüísticos para apreciar con rotundidad cómo ese mundo diverso de Civera se encuentra gobernado, paradójicamente, por unos intereses -y no muchos- prácticamente inmutables desde hace décadas: lo vivencial, lo afectivo, los estados paroxísticos de ánimo y las dimensiones pública y privada (íntima) de la mujer.

Es bueno señalar, aunque no imprescindible puesto que su obra ataja malos entendidos, que Victoria Civera no es una artista feminista aunque sí aborda relatos propios de los discursos de género: la distancia entre una y otro es abismal, tanto como la que separa la denuncia y la reivindicación de las meras presentación, atención, desvelamiento o visualización de distintos aspectos de lo femenino.

Hemos de hacer esta distinción para evitar equívocos y el habitual manoseo de los términos y de esas prácticas (feminismo y género), por no atribuirle a Civera ciertos intereses, anhelos, compromisos y dimensiones políticas propias del feminismo, como por las autoras que sí desarrollan esas prácticas feministas y que pierden visibilidad ante el indiscriminado e inapropiado uso de esa etiqueta o marchamo. Dicho lo cual, que Civera no participe de esos ejercicios de la feminidad militante, política, crítica y reivindicativa, no implica que su poética no se construya en función a una óptica o a un sentir femenino de aspectos como los estados de ánimo, las relaciones personales, la afectividad y las edades y etapas de la vida (de la mujer).

Algunos de esos aspectos, dejémonos de correcciones políticas y buenismos varios, son realidades intransferibles y exclusivas del sexo femenino -no entramos en la construcción del género pues éste se hace también culturalmente-. El ejemplo más claro de lo que venimos diciendo puede ser el de la maternidad y las relaciones materno-filiales que tanto asoman en su obra (la referencia a la madre como norte, guía o modelo).

Otra cuestión bien distinta a la que atiende es la de la dimensión e imagen pública del sujeto femenino, de algunos roles, pautas de conductas y estereotipos, así como a un metafórico universo objetual-fetichista (la moda y los tacones). Las modelos de pasarela (extraídas de revistas) y las pin-up (alguna recuerda a las del pop Mel Ramos), que se muestran altivas, seguras de sí mismas, las primeras distantes y las segundas, como objeto de deseo, sensuales, se contraponen a otras muchas mujeres que, en la intimidad y en lo privado, escapan de esa órbita y manifestación pública del ser-mujer -de la imagen triunfante, seductora, perfecta y glamurosa-, haciendo emerger otras sensaciones y sentimientos tan distintos como la complicidad, la fragilidad, la cercanía, el desamparo, la melancolía o el recogimiento.

En cualquier caso, y por lo general, todas sus mujeres poseen una impronta de heroicidad -tal vez por comprensión- que atiende y se debe a lo esquizofrénico del sujeto femenino contemporáneo que parece ha de proyectarse seguro y triunfador en lo público -Baudelaire ya habló de la mujer como escaparate ambulante que debía su "divinidad" a los atributos con los que se revestía- y sin atisbo de otros estados ánimos inherentes a la intimidad -a ese desdoblamiento, bifurcación o dualidad, a esas problemáticas y a las muchas y muy diferentes caras de la mujer de hoy parece atender Civera.

Por otra parte, su obra bebe de la contraposición, las más de las veces, de la figura femenina solitaria en espacios disímiles como paisajes marcados por el concepto de lo sublime (grandes magnitudes físicas como cordilleras, extensiones infinitas de tierra o el mar del que asoma la cabeza de alguna bañista) o fondos abstractos habitualmente dinámicos. En muchos casos, el encuentro de esas dos realidades (la figura y el fondo, lo humano y el espacio), así como las actitudes de los personajes originan imágenes enigmáticas y simbólicas aunque con una fuerte carga emotiva.

Respecto al préstamo de muchas de esas figuras femeninas provenientes de publicaciones de moda, la imagen puede que frívola, de consumo y para consumir vorazmente, merced al tratamiento y la recontextualización en esos ambientes, deviene icono denso, redimensionado y de más sosegada digestión.

CAC Málaga. Alemania, s/n. Málaga. Hasta el 29 de agosto.

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