"El Museo Picasso cerrará este año con un nuevo récord de visitantes"
José Lebrero. Director artístico del Museo Picasso Málaga
Recién reelegido en su cargo por sólo un año, y con la inauguración de 'Picasso. Registros alemanes' aún caliente, el responsable de la pinacoteca hace balance y apunta claves inmediatas.
-La renovación de su contrato no se hizo pública hasta el día en que expiró el anterior. ¿Cabe deducir que la negociación con el Consejo Ejecutivo no fue sencilla?
-Creo que debería tener poca relevancia si a un director artístico de una institución como ésta se le renueva o no. El lenguaje del negocio deportivo lo contamina todo, incluidas nuestras relaciones con el mundo. Pero, respondiendo a tu pregunta, la negociación ha sido la propia de un trabajador que tiene un cargo directivo y que por ciertas dificultades se ha ido alargando, pero siempre dentro de los plazos. Teníamos hasta el día 15, y el día 15 se aclaró todo. No hay nada complejo, ni nada de esto va a influir en el devenir cultural de la ciudad. Sería noticia que el director de este museo estuviese trabajando sin contrato, pero eso no es así. Tampoco ha habido un gran debate sobre el sueldo, todo se ha dado con la mayor normalidad.
-Pero no es normal una renovación del contrato por un solo año.
-Sí, un año no es mucho tiempo. Ten en cuenta que ha habido un cambio en el Consejo Ejecutivo del Museo Picasso, con nuevos patronos. La Fundación está constituida por un Patronato y un Consejo Ejecutivo, con un 50% de participación pública y privada, y eso configura un tipo de equilibro muy específico, distinto al de otros museos. El nuevo Consejo Ejecutivo trabaja aún en la orientación y definición de lo que quiere que sea este museo, y de aquí se deriva el plantearle al director un contrato de un año. Me gustaría estar más tiempo, pero tenemos un año y lo vamos a aprovechar. En este tiempo podemos tomar ciertas decisiones no poco importantes.
-A tenor del tiempo que exigen los proyectos, ¿será un año para cerrar iniciativas pendientas que para abrir otras nuevas?
-Será un año para las dos cosas. Hubo una vez un tiempo en que un historiador del arte llegaba a ser director de un museo y se quedaba en el cargo hasta que moría. Hoy vivimos en una sociedad distinta, con un modelo economicista en el que las cosas duran muy poco y en el que lo inesperado es frecuente. La exposición que inauguramos el lunes [Picasso. Registros alemanes] se abrió al público después de tres años de trabajo, y los proyectos que pondremos en marcha el año que viene no se han empezado a pensar hoy. Las ideas para 2017 y 2018 ya se están discutiendo con los grandes órganos del museo. Esa es la dinámica, no se puede hacer de otra manera. ¿Hay una cierta paradoja, entonces, entre los tiempos de pensamiento y producción de los proyectos y la situación contractual del director artístico? Bien, digamos que sí. Pero también tengo que decir que ambas partes están más o menos satisfechas de los resultados. Y que lo que viene el año siguiente es interesante. Pero aquí no se puede correr.
-Bernard Ruiz-Picasso avanzó que hasta septiembre el Museo Picasso recibió 50.000 visitas más que en el mismo plazo de 2014. ¿Habrá récord este año?
-Si no llueve más de la cuenta, éste va a ser el año con el récord cuantitativo en la historia del museo. Vamos a tener los mejores registros. Pero habría que preguntarse si un dato así es suficiente para decir que el Museo Picasso funciona como debería. Y creo que no. Que tengamos una afluencia grande de público, que es algo que obedece a muchos factores, entre ellos el gran tirón de los nuevos museos de la ciudad, es importante, desde luego. Pero hay otros indicadores que hay tomar en cuenta.
-¿Y cuáles son esos otros indicadores? O, mejor aún: ¿Qué indicadores le dejan más satisfecho?
-Pues siendo todavía un asunto por resolver, en el que las cincuenta personas que trabajamos aquí tenemos que ahondar todavía más, creo que hemos abierto numerosas puertas a la ciudad. Colaboramos con el Festival de Cine, con la Orquesta Filarmónica, con el Ateneo, con instituciones privadas dedicadas al arte y con otros muchos agentes culturales. Y eso me parece importante. A menudo vivimos en una especie de telón de acero que separa la Málaga interesada en la cultura y las otras Málagas, que hay muchas. Creo, por ejemplo, que tenemos que trabajar más con la comunidad gitana, con centros penitenciarios, como posibles beneficiarios de programas de inclusión social, que es algo que ya hacemos pero que podemos mejorar. Y sí, son los avances en esta materia los que me aportan más satisfacción personal. Ves a una chica de quince años que vive en un centro de acogida y que viene aquí tres o cuatro veces y que gracias a eso aumenta su autoestima y mejora en su rendimiento académico, y eso me deja a lo mejor más contento que las 400.000 personas que vienen a ver el museo.
-En cuanto a la proyección internacional, ¿se han conseguido los objetivos señalados?
-Hemos colaborado con el Muderna Museet de Estocolmo, que es el primer museo de Escandinavia, para el proyecto de Louise Bourgeois, y ellos nos han prestado un picasso precioso que tenemos ahora en exposición. Vamos estableciendo lazos. En la gran exposición de este año sobre escultura del MoMA hay tres esculturas de este museo. Y para el año que viene tenemos previsto establecer nuevas colaboraciones con otros museos importantes. En estos seis años hemos ido tejiendo esta red que debería seguir tejiendo el museo en el futuro, ya sea con el señor Lebrero o sin él. Para que estas instituciones funcionen deben establecerse proyectos a largo plazo, de otra manera sería imposible. Un ejemplo en esta ciudad es el CAC, que ha necesitado diez años para ser un centro considerado por artistas y comisarios de aquí y de allá. Ha hecho falta una dirección con un determinado rumbo durante una década para que ahora puedan exponer aquí artistas tan importantes.
-La mayor parte de la afluencia de los museos en Málaga corresponde a los turistas, pero...
-Perdona, eso es así en Málaga, en Barcelona, en París y en Bilbao. El gerente del Guggenheim me lo comentaba hace poco: el número de vascos que visitan cada año el museo no llega al 20%. Eso sucede en casi todas partes. Es lo que hay, vamos más a los museos cuando viajamos. Por otra parte, sería un tostón ir al mismo museo todas las semanas, aunque esté en tu calle.
-Entonces, ¿es necesario que aumente la afluencia local?
-Sí, claro que es necesario. Y lo es porque esto es un servicio público. Un museo como éste se debe a la sociedad que lo acoge, y tiene la responsabilidad de contribuir a la formación y la educación de su ciudadanía. Pero hay que preguntarse si sabemos hacer esto bien, desde cuándo somos sensibles a esto, si basta con organizar jornadas de puertas abiertas en noches maravillosas que luego duran tan poco. Yo creo que hay un gran asunto pendiente que es la articulación cultural. Ahora hay una iniciativa para unir más Sevilla y Málaga, pero los planes se quedan en nada si no se concretan en acciones. Y, aunque sería muy complicado, resultaría muy beneficioso organizar programas conjuntos entre los diversos museos que estamos aquí. No basta con organizar un espectáculo con payasos en la puerta del museo, hay que ser más ambiciosos.
-Decía que el Picasso se ha beneficiado del tirón de los nuevos museos, pero ¿hasta qué punto podrían suponer una competencia una vez consolidados?
-En los últimos años hemos reflexionado mucho en el museo sobre eso. Y mi parecer es que esta institución debe continuar su camino. Llevamos doce años y los resultados, creo, nos dicen que el rumbo es acertado, aunque pueda mejorarse. Así que hay que mantener el rumbo. Ahora bien, creo que la dinámica de sobrevivir a las adversidades presentes puede llevar al conjunto de las instituciones museísticas que trabajan aquí a una situación de confusión. De que no sepamos quién hace qué. Y me refiero a lo expositivo, que conste. Esto no ayudaría precisamente ni a ganar al público local ni a aclarar las cosas a los visitantes de otras ciudades y países. Insisto, creo que, por difícil que sea, los museos malagueños tendríamos que colaborar, por mucho que las situaciones jurídicas y los perfiles técnicos de cada institución sean extraordinariamente divergentes. Con todo, podemos encontrar espacios suficientes para la generosidad y lealtad, aunque no sean actitudes muy ponderadas hoy día.
-Si el margen para la programación es cada vez más estrecho, ¿la singularidad con tanto museo cerca es una quimera?
-Hay un factor evidente, que es la limitación presupuestaria. Pero no es el único. Otros tienen que ver con la inquietud que puede provocar conseguir los resultados que demandan los altos órganos de gobierno de las instituciones y esto lo hace todo más difícil en un contexto como el español, en el que los contenidos programáticos se están deteriorando. Hay demasiados museos y centros de arte en fase moribunda. Y, luego, si traer un cuadro de Picasso desde Nueva York cuesta 25.000 euros, inevitablemente hay que pensar si no sería mejor invertir ese dinero en otra cosa. Además, la sociedad y su sensibilidad por la cultura avanzan a una velocidad cada vez mayor y no podemos pararnos demasiado a ver lo que hacemos, tenemos que estar dispuestos a transformarnos siempre. Tampoco faltan factores como las elecciones generales en diciembre, que es algo que detiene procesos culturales sin remedio. Y no hemos generado instrumentos para evitarlo.
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