Cultura

Nacidas para el 'Music Hall'

Teatro Cervantes. 9 de febrero de 2011. Producción: Stage Entertainment. Música: John Kander. Libreto y letras de las canciones: Fred Ebb y Bob Fosse. Intérpretes: Marta Ribera y María Blanco (en los papeles centrales). Coreografía: Ann Reinking . Aforo: Lleno (unas mil personas).

Cuando se trata de valorar el impacto de un musical las cifras parecen ser su mejor baza. Miles de espectadores en centenares de funciones y en nosecuántas ciudades, etc, etc. Ese tipo de éxito viene precedido además del impacto mediático que haya tenido su versión cinematográfica o el propio protagonista de la historia. Pero, a estas alturas, cuando uno se sienta en la butaca espera ver, además, una propuesta por la que merezca la pena prestar atención durante cerca de tres horas. No pasa en todos los casos -quien esto suscribe se ha llevado más de un chasco por fiarse de la popularidad- pero cuando ocurre la gratitud es infinita. El pasado miércoles el estreno de Chicago en el Teatro Cervantes convenció al millar de espectadores de que el trinomio voz, interpretación y danza puede funcionar sin cojear en ninguna de sus patas. Porque en este Chicago se canta sin gallos ni engolados histriónicos, se baila con coreografías que no son puro relleno, y se actúa con la solvencia que merece una gran libreto como el de Bob Fosse. Y, encima, el mérito es coral. Desde el primer músico -impecable la banda en directo- hasta el último bailarín convencen al respetable de que el Music Hall con letras mayúsculas no debe morir. Merecido está el último Premio Ercilla de Teatro al Mejor Espectáculo Teatral de la temporada 2010.

No debe resultar fácil asumir el desafío de resucitar en español un montaje que lleva 14 años representándose en Broadway ininterrumpidamente, con seis premios Tony y un Grammy, y en el que se basó la película ganadora de varios Oscars. Pero bastan tan sólo unos minutos para comprobar que la versión patria de las descarnadas Roxie Hart y Velma Kelly no desmerece en absoluto al original. Sin necesidad de contar con nombres televisivos, María Blanco y Marta Ribera -lo suyo es puro teatro- demuestran que el espectáculo es un traje hecho a su medida. Carácter, versatilidad, dominio escénico y cualquier terminología que se les ocurra para referirse a dos profesionales, curtidas en el género y convencidas aquí de que son ellas mismas -y no otras- las que vivieron los años 20 en Illinois sobre un escenario. A él se subieron creyendo ver un simulacro de vida real, y de él se cayeron en picado por celos, ambición desmedida y exceso de divismo. Y como la propia Roxie admite: "Todo por la prensa". Como si lo viéramos.

En la retina de los afortunados que pudieron hacerse con una entrada -agotadas en las siete funciones nada más salir a la venta- quedarán escenas tan ingeniosas y sensuales como la del tango de la cárcel o tan hilarantes como el momento del juicio a Roxie, la asesina despechada.

Vale que Chicago es también un desfile de espectaculares féminas con poca ropa, pero si sólo fuera eso no soportaría tan estoicamente el paso del tiempo. Detrás se ve -y no sólo se intuye- talento capaz de conjugar un All that jazz que hoy resuena por Málaga. Más Chicago, por favor.

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