Pablo Milanés en el Teatro Cervantes

De qué sonora manera, querido Pablo

  • Con las concesiones justas, Pablo Milanés se metió en el bolsillo al público que llenó el Teatro Cervantes de Málaga en un concierto repleto de matices

Pablo Milanés, este sábado, durante su concierto en el Teatro Cervantes.

Pablo Milanés, este sábado, durante su concierto en el Teatro Cervantes. / Marilú Báez (Málaga)

Contra los pronósticos habituales, era un público diverso en edad y procedencia el que llenó este sábado el Teatro Cervantes para volver a disfrutar en Málaga de un concierto de Pablo Milanés. Y, a tenor de las ovaciones que cundieron ya desde bastante antes del final, parece que salió todo el mundo contento, en gran medida porque las concesiones del cubano, aunque ajustadas, fueron suficientes para lograr tal objetivo. Regresó Milanés a la ciudad dentro de su gira Esencia, en una cita para la que prometía viejas y nuevas canciones, más o menos conocidas, a modo de muestra selecta de más de medio siglo de trayectoria. Y lo hizo arropado por dos instrumentistas que convirtieron la noche en lo que finalmente fue, con toda su magia: Ivonne Téllez al piano y Caridad Varona al violonchelo y los coros no sólo acompañaron a Milanés y su guitarra, sino que conformaron una eficaz y flexible orquesta de cámara, pródiga en virtuosismo y capacidad lo mismo para el son (qué poderío el de Varona marcando los bajos a base de pizzicatos) que para los episodios más barrocos, seguramente los hallazgos más felices de la actuación. En algo menos de noventa minutos, el público encontró lo que había ido a buscar, seguramente con creces, en una más que admirable propuesta musical. Y, de paso, Pablo Milanés revalidó su categoría de clásico sin lugar a dudas y sin dejar de reivindicar su obra reciente.

Con Caridad Varona al violonchelo. Con Caridad Varona al violonchelo.

Con Caridad Varona al violonchelo. / Marilú Báez (Málaga)

Claro, que resulta un tanto paradójico considerar reciente una canción como la bellísima Plegaria, incluida en el disco de igual título y grabada ya en un relativamente distante 1995 (quién lo pillara), que de manera temprana afirmó uno de los momentos más emocionantes del concierto. Como lo hicieron otras canciones menos conocidas por el gran público, como El largo camino de Santiago. Al mismo tiempo, sin embargo, fueron cayendo las imprescindibles, Si ella me faltara alguna vez, la memorable evocación del poeta nacional Nicolás Guillén con De qué callada manera, más timbre a flor de piel en La soledad, el regusto barroco en Los males del silencio, la verdad en Hay, el nido del sol para Alga quisiera ser, con recuerdo para Ana Belén. Siguieron Nostalgias y Días de gloria antes Ya ves, otra de las cimas de la velada: Milanés evocó los 21 años que tenía cuando la compuso, “y me sigue gustando mucho; tanto, que la sigo cantando”. Razones no le faltan.

‘Para vivir’, ‘Yolanda’ y ‘El breve espacio en que no estás’ llegaron con el público en pie

Los poetas cubanos cantan a un otoño que no existe, como en Málaga, pero Pablo Milanés brindó una más que afortunada interpretación de su Otoño. Igual fortuna corrieron Amor y En saco roto, con el respetable ya entregado y ávido de los himnos incontestables. Llegó así el tramo final, todos en pie, con Para vivir (y qué tremenda, aún, escuchada un millón de veces, suena esta canción cada vez, como si fuera la primera, implacable en la cristalización del sentimiento de pérdida), Yolanda (con Milanés convertido en entrañable director del coro) y, claro, El breve espacio en que no estás. No hicieron falta bises para que saliera todo el mundo con una sonrisa de oreja a oreja. Uno, sin embargo, echó de menos Mi verso es como un puñal de Martí, Tengo de Guillén y otros cantos revolucionarios que también son esencia de Pablo Milanés. Nuestro querido Pablo, siempre, todavía: de cualquier forma.

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