Cultura

Parábola de la mutación

Hotel Sallés Málaga Centro. Ciclo Live the Roof. Fecha: 4 de septiembre. Músicos: Iván Ferreiro (piano y voz), Amaro Ferreiro (guitarra). Aforo: Un centenar de personas (lleno).

Iván Ferreiro lo iba avisando. Un par de canciones más y el concierto se acababa. Quizás quería hacer caso a esa frase suya que dice que todos los finales son fatales si no sabes que vendrán: por eso es mejor mirar a la luz, en este caso en forma de despedida, y dejarla entrar. Porque cuando algo se acaba, siempre empieza otra cosa. Y quizás sea el momento de salir a bailar para darlo todo salvo el corazón. De comerse el mundo. Pero antes de que eso pudiera ocurrir, antes de la despedida que nadie quería y que por advertida no dejó de ser difícil, el artista gallego ofreció un precioso concierto de hora y media a un centenar de afortunadas personas en la terraza del hotel Sallés Málaga Centro dentro del ciclo Live the Roof.

En dos partes y con un pequeño intermedio, Ferreiro volvió a demostrar su liderazgo musical en este país. Pocos tienen su personalidad, su poder, su convicción y capacidad para hacer música. Y en un espacio tan reducido es algo bien complicado de refrendar. Con cara mezcla de dormilón y de sufrir un poco de jet lag, Iván Ferreiro se subió al pequeño escenario de la azotea y lo llenó rápidamente con su piano y su voz. A veces, también con el acompañamiento de la guitarra de su hermano Amaro Ferreiro.

Creció canción a canción gracias a ese personaje que sale a la luz en cada concierto. Esa mutación tan Raphaeliana. Tan teatral. Tan poderoso que parece que quieres salvar el planeta. Y con seguridad en sí mismo: tan soberbio y que llega a intimidar al público, que apenas se atrevió a participar en el concierto hasta bien entrada la noche. Fue el momento en el que llegaron las versiones -las clásicas: Tierra, de Xoel López; 1999, de Love of Lesbian; y Vidas cruzadas, de Quique González- así como las canciones más escuchadas de ahora y siempre: del Promesas herencia de Los Piratas a ese Turnedo con el que arrasó como un ciclón una vez más.

Suena su último disco Val Miñor - Madrid: historia y cronología del mundo, espléndidamente. Pero, en parte, Ferreiro se guardó su corazón para sí. Da la sensación de que apenas regaló una pequeña porción al público; a ese mismo que en buena parte registró casi con obsesión cada momento del concierto con sus teléfonos móviles: parece mentira que alguien pague 30 euros para grabarse cantando canciones, para hacerse fotos en un concierto, para fardar de una experiencia que, en realidad, no ha disfrutado.

La libertad se esconde en la música: guarden aparatos y disfruten la próxima vez. Y atiendan de verdad a ese "puñado de canciones para follar", como describió el propio Ferreiro su track list de la noche. Si no, hagan como esos turistas alemanes que había al fondo de la terraza: beban cerveza, rían y disfruten de la calurosa noche rodeados de canciones y de estrellas sin importar quién canta al otro lado. Qué mas da.

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