PROMENADE PIANO DÚO | CRÍTICA

Dos pianos en lucha desigual

Los dos pianos del dúo Promenade.

Los dos pianos del dúo Promenade. / Marina Casanova

Llevar más de diez años como dúo de pianos es una sólida garantía para que Pilar Martín y Álvaro Saldaña se entiendan a la perfección y consigan una exacta compentración entre las líneas musicales escritas para cada piano. Pero Martín jugaba con ventaja en este concierto, porque el suyo era el mejor piano, el más grande y, además, tenía la tapa para proyectar su sonido. Por contra, Saldaña tuvo que lidiar con un piano más recortado, sin tapa (el sonido se perdía) y con claras muestras de estar al límite de su mecánica, como lo acusaban los ruidos de los apagadores. Por ello, el inicio de la suite de Arenski sonó confuso, con el piano de Martín imponiéndose sobre el resultado global. Fue mejorando el resultado de ahí en adelante, merced a un mejor uso de los pedales y a esa sincronización milimétrica de la que hablamos al principio. Los mejores momentos fueron aquellos más íntimos, como la Danza del hada o la Danza árabe de Chaikovski, con pulsaciones muy delicadas y una articulación muy atenta a los colores. Para las dos piezas de Chaminade recurrieron a la elegancia del fraseo y a un muy comedido rubato, recurso éste con el que cerraron una versión muy de salón del juvenil Rondo de Chopin y, sobre todo, un brillante Vals de las flores que cerraba la suite del ballet Cascanueces.

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