Crítica de Teatro | 'Tebas Land'

Viaje al territorio intermedio

Representación de ‘Tebas Land’, dirigida por Natalia Menéndez.

Representación de ‘Tebas Land’, dirigida por Natalia Menéndez. / Málaga Hoy

La obra del dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco Tebas Land se inscribe en la vigorosa corriente del teatro latinoamericano (pienso en creadores como Federico León y Rafael Spregelburd, cuyos trabajos hemos podido disfrutar en el insustituible escaparate que es el FIT de Cádiz) que ahonda sin reparos en la distancia que media entre realidad y representación, entre persona y personaje, entre acontecimiento y drama. En este territorio intermedio, el proceso de creación no conduce a la obra, sino que es la obra. Pero no se trata de montar un mero work in progress, ni de escenificar el diario del autor, ni de servir al público una suerte de registro documental sobre la operatividad de las musas; la intención, más bien, es retirar el velo a la maquinaria que convierte en materia poética cuanto habita en el escenario, precisamente en relación a los referentes imitados, copiados, recreados o evocados que residen fuera del mismo. Y de hecho es en ese territorio intermedio, en la construcción que alumbra la creación, donde esa poética trasluce con especial fuerza. De paso, el nombramiento de los procesos que convierten en teatro lo que fuera del mismo es la vida real demuestra con avidez por qué el mismo teatro contiene una narrativa propia que nada tiene que ver con la del cine ni la de la novela (y que lo convierte, por tanto, en un artefacto plenamente contemporáneo; ergo, como se apunta en la misma Tebas Land, capaz de significar en el presente y de abrir puertas que conduzcan a otra cosa). Más aún, esta mirada a la distancia entre drama y acontecimiento también permite comprobar hasta qué punto es el teatro el lenguaje que con más claridad y mayor coherencia articula lo uno en virtud de lo otro; es decir, el que obtiene una poética más depurada a la hora de llamar a la realidad por su nombre.

Sucede que en Tebas Land (expresión con la que es bautizado el mismo territorio intermedio) el acontecimiento a representar es decididamente absoluto, brutal, reconocible e inmediato: un parricidio. Sin salir de la distancia, afirmado en su poética, Sergio Blanco indaga en las posibilidades reales de representar un núcleo de tal magnitud, sobre todo cuando la opción del documento teatral, el traslado de la realidad tal cual a la escena, sin mediación artística, se nos niega. La conclusión, que sólo puede formularse a través de otra pregunta, invita a pensar además en qué medida la poética tiene aquí sentido dada la preservación radical del acontecimiento, reivindicado (hay un correlato posible, tal vez, con Matar a Platón, de Chantal Maillard) como necesario más allá de lo muy fructífera que pueda resultar la distancia. En este sentido, hablamos sin remedio del interrogante ético que incumbe al teatro. Tebas Land no entraña una experiencia fácil en cuanto, insisto, presenta muchas preguntas y ofrece pocas respuestas; pero lo que sí brinda es una experiencia inolvidable que al final del viaje nos conduce ya a preguntarnos, directamente, por todo lo que nos hace humanos. Natalia Menéndez firma una dirección espléndida que se crece en los límites, como la reja en la que se separan y a la vez se encuentran teatro y acontecimiento, con un reparto en estado de gracia. Como en la tragedia, su fuego es reparador.

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