Cultura

Twain y el determinismo

  • Cátedra publica 'La tragedia de Wilson Cabezahueca', una obra de humor irreprochable que desmonta los argumentos del esclavismo norteamericano

Dos libros de Twain coinciden en la mesa de novedades: El elefante blanco robado y otros cuentos, editado por Barataria, y La tragedia de Wilson Cabezahueca, que publica Cátedra en sus Letras Universales. El primero es una breve y estupenda colección de relatos que hacen burla de un género a la moda en la segunda mitad del XIX: la novela de detectives. El segundo es una tragicomedia, de cierta ambición moral, donde se refutan los argumentos del esclavismo norteamericano. Ambas obras son piezas de un humor irreprochable y descollante; si bien nos centraremos en esta última, La tragedia de Wilson Cabezahueca, por la naturaleza de los temas que concita; temas de evidente modernidad y de los que haría abundante uso la literatura fantástica y policial.

Un primer asunto es la suplantación de la personalidad, aplicado aquí a dos niños (un blanco y un negro), cuyo aspecto, sin embargo, es claramente europeo e intercambiable, por tanto, con cualquier descendiente del linaje intocado del Old Dominion. Sobre esta figura del negro con aspecto de blanco se han escrito varias novelas estupendas. Por ejemplo: Escupiré sobre vuestras tumbas, de Boris Vian, El diablo vestido de azul, de Walter Mosley o La mancha humana de Philip Roth. No obstante, parece claro que Twain es quien prefigura dicho género, y quien utiliza este enredo del blanco/negro, para demostrar que la diferencia entre el esclavo y el amo es resultado de la educación, del diverso trato, y no de una improbable superioridad de la raza anglo-sajona. Esto, escrito en 1893 (Twain firma la novela en las cercanías de Florencia; y quien haya leído su Guía para viajeros inocentes sabrá que tampoco amó al Viejo Continente), no deja de ser una anomalía. En mayor modo, porque es la hora en que la Nuova Scuola de Lombroso y la frenología de Gall pretendían explicar la criminalidad, o el simple comportamiento humano, a través de la fisiología, los rasgos y las prominencias y bulbosidades cerebrales. Twain, por contra, apoyado en las tesis de Galton (primo de Darwin), se limita a mostrar, a través de un divertido enredo, que dicha distinción descansa en un prejuicio -enormemente útil y fructífero-, que convirtió al hombre negro en un animal dotado de habla, apropiado para la servidumbre y el trabajo físico.

Un segundo aspecto de esta novela es el que Twain dedica a la misteriosa conexión que se establece entre los gemelos (el propio Twain lo fue), y que remite, como el caso anterior, al problema del otro, de la individualidad y de la personalidad del individuo; asunto éste que ocupará, no sólo el arte del XIX, pero también el nacimiento del psicoanálisis, cuando el siglo caiga sobre sus bisagras. Son innumerables las obras que tomaron como tema la cuestión del doble, desde Hoffmann y Stevenson, desde Poe y Edward Munch, hasta Fusseli y Borges; y son incontables, de igual modo, las interpretaciones que se han dado a esta fascinación romántica, donde la intimidad humana se diluye en una fantasmagoría que parece contravenir, entre el sueño y la neurosis, la propia convención del yo, como personalidad cerrada y homogénea.

¿Y cuál era el tercer tema que aquí se toma o se reanuda inesperadamente? Dicho tema no es otro que la utilidad de las huellas dactilares. Wilson Cabezhueca, orillado prohombre de Dawson's Landing, pequeña ciudad de Missouri, será quien utilice este hallazgo científico para resolver la compleja trama que aquí se nos presenta. No olvidemos que los crímenes de Jack el Destripador, ocurridos cinco años antes de que se firmara La tragedia de Wilson Cabezahueca, no tuvieron en cuenta esta novedad, que pudiera haber resuelto, quizá con facilidad, aquel pavoroso misterio. El fondo de esta novela de Mark Twain, en cualquier caso, no es la brillante resolución de un crimen. El crimen que aquí se evidencia es la esclavitud y su insostenible vigencia; el resto son las rugosidades y excrecencias, la fina superficie, el acaso literario, de una verdad ominosa.

Mark Twain. Trad. Sergio Saiz. Ed. Carme Manuel. Cátedra. Madrid, 2013. 328 páginas. 15,30 euros

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