Concierto de año nuevo Una batuta de altura para una cita obligada desde Viena

Por amor a la dinastía Strauss

  • Barenboim debutó en el Musikverein con humor y pocas miradas a Oriente Medio

El maestro argentino-israelí Daniel Barenboim debutó ayer en el emblemático Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena con un exquisito culto a la música de la dinastía de los Strauss y abriendo el año de jubileo del compositor austríaco Joseph Haydn. Los tradicionales valses y polcas del rey del vals, Johann Strauss, de su padre y de su hermano Josef, se combinaron con las oberturas de las operetas Una noche en Venecia y El Barón Gitano, también de Johann Strauss, y el Vals español, de Hellmesberger.

Por primera vez, el programa incluyó una obra de Haydn (1732-1809), uno de los mayores exponentes del clasicismo, y abrió así el año de conmemoración de los 200 años de su muerte en Viena. El cuarto movimiento de La sinfonía de los Adioses, una de las muchas composiciones en las que Haydn dejó muestras de su sentido innovador y humorístico, concluyó con la misma dramaturgia de su estreno mundial: los músicos abandonaron uno a uno el escenario y dejaron al director frente a sólo dos intérpretes. Pero también éstos decidieron marcharse, después de recibir del estupefacto maestro un triste saludo de despedida, con el que terminó el programa oficial del concierto, antes de las propinas.

Otra cita indirecta de Haydn apareció en la versión televisada a 71 países del evento, con estilizadas danzas de los bailarines de la Ópera de Viena, coreografiadas por Vladimir Malakhov, que fueron filmadas en los escaleras y en los amplios y elegantes salones del Palacio de Esterhazy, situado junto a la frontera con Hungría. Allí vivió y trabajó intensamente Haydn, puesto que trabajó para la familia de mecenas de Esterhazy, y dejó un rico legado que este año será fuente de interpretaciones en numerosos conciertos y actos de Austria y otros países.

Si el tono de humor marcó los Adioses de Haydn, una sutil seriedad resaltó en los ligeros valses y polcas de los Strauss bajo la batuta de Barenboim, y convenció al público del Musikverein que respondió de pie, con una larga y cálida ovación. "La Filarmónica de Viena y yo les deseamos Feliz Año Nuevo", dijo Barenboim en alemán, después de expresar en inglés su deseo de que 2009 sea un año de paz, y antes de interpretar la segunda y clásica propina: El Danubio Azul, del rey del vals. La Marcha Radetzky cerró este evento, como cada año, acompañado de las rítmicas palmadas del público.

En los días previos de ensayo, Barenboim declaró a la prensa su crítica y rechazo a la actual estrategia de violencia del Gobierno israelí en los ataques a la Franja de Gaza y ayer publicó un comunicado en el que precisó su postura. "Para mí es un gran honor dirigir este concierto. Las razones por son exclusivamente musicales", había precisado ya previamente en a la televisión pública austríaca ORF el famoso maestro, que posee las ciudadanía de honor palestina, además del pasaporte israelí, argentino y español.

Sólo el Cuentos (de hadas) de Oriente evocó ayer en el Musikverein la estrecha vinculación de Barenboim a la región de Oriente Medio: el vals de Johann Strauss fue elegido para este programa porque los filarmónicos quisieron incluir piezas que aludan a la biografía del director, con el que les une veinte años de cooperación.

Para el presidente de la orquesta, Clemenes Hellsberg, Barenboim ha escrito "un cuento de hadas moderno" y relacionado a Oriente Medio con la fundación y dirección de la orquesta del Divan, formada hoy por músicos jóvenes de Israel, Palestina, España y otras nacionalidades árabes.

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