Crítica de Teatro

De la palabra que mira

teresa o el sol por dentro

Festival de Teatro. Teatro Cervantes. Fecha: 5 de febrero. Creación, dirección e interpretación: Rafael Álvarez 'El Brujo'. Aforo: Unas mil personas (lleno).

No hay obra de El Brujo sin el cura de su pueblo, sin la advertencia a los críticos respecto al descanso, sin Conchita Montes y sin otros ases comunes de su repertorio; pero es aquí, curiosamente, donde más se disfruta con el juglar, donde uno encuentra aquello que ha ido buscando. Lo demás, por lo general, son apenas excusas para que el actor haga su trabajo. Sucede en ocasiones que Rafael Álvarez se gusta especialmente, lleva la magia hasta extremos singulares, rebasa todos los límites y allí arriba el humor, la sabiduría, la experiencia, el amor y el teatro se hacen uno. La de anoche en el Cervantes fue una de esas funciones. Dijese lo que dijese el padre Isidoro, por más que hayamos visto y escuchado lo mismo tantas veces, su encarnación brindada ayer resultó especialmente lograda. Y es un gustazo ver a El Brujo romperse como los cantaores antiguos, ir pulverizando fronteras a ver hasta dónde llega. Porque en esta suerte de delirio (en ocasiones así, el místico arrobado es él) se recupera el regusto primigenio que cunde cuando alguien cuenta una historia. De viva voz. Sin más.

Antes, eso sí, Rafael Álvarez brindó una prodigiosa recreación del mundo del siglo XVI. En Teresa o el sol por dentro, el verdadero protagonista es el contexto: un paisaje que se apaga para que otro, el de la mística poeta, relumbre. A partir de aquí, El Brujo teje sus habituales mimbres barrocos, en los que conviven sin reparos Santo Tomás de Aquino y Pablo Iglesias, Calderón de la Barca y La Oreja de Van Gogh, Fray Pedro de Alcántara y Angela Merkel. El juglar encuentra su vía más efectiva para llegar al misticismo en el arte y la contemplación (la mirada) para denunciar que el mundo se ha roto, o que ha estado roto desde siempre. He aquí, sin embargo, que la historia que se dice, como el cante, viene a reparar, porque la palabra también es una forma de mirar. Aunque ya echemos de menos la presencia de Javier Alejano, hubo música. De la buena.

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