Crítica de Teatro

La perversidad no es cosa de risa

Vivimos en un tiempo en el que lo insustancial ha encontrado una ventana abierta al mundo: Youtube. Desde infinitos tutoriales de maquillaje a chavales contando qué han desayunado: todo tiene su público. La plataforma de video ha democratizado el acceso al contenido audiovisual, pero también su creación. Cualquiera puede colgar un vídeo y ganar adeptos.

Este es el punto de partida de la obra que nos convoca: un psicólogo argentino de tres al cuarto que ha desarrollado un Curso de autoayuda para perversos y otros colectivos. Él será el presentador de tres casos prácticos que pretenden ilustrar cómo llevar a cabo nuestros más oscuros deseos sin sentir remordimientos. Y aunque el planteamiento podría ser interesante como reflexión sobre una época que premia la falta de escrúpulos, la propuesta falla en plantear historias coherentes o atractivas.

Las tres escenas y el epílogo naufragan buscando el origen de la perversidad, proponiendo conflictos banales, casi de dibujos animados, con mimbres previsibles y en los que se profundiza poco. En ocasiones parece una dramaturgia antigua, poco consciente de que el espectador ha madurado y que demanda que se le trate con respeto.

Pero donde realmente zozobra el espectáculo es en su aspecto cómico. Las excesivas repeticiones de santos y gatos no logran su cometido de arrancar la sonrisa por su falta de sentido narrativo. Además, la dirección ha propuesto escenas tan encorsetadas que dejan poco aire para que entre la frescura. La carcajada que no se consigue con recursos inteligentes, se busca recurriendo a lo tosco: juegos de palabras sobre sexo y hombres con tacones.

Si algo puede salvarse es el trabajo de un elenco de cinco actores que defienden como pueden el papel. También destaca una propuesta escenográfica monocromática y minimalista, donde brilla un vestuario con una paleta muy cuidada.

Creo que también debo hacer hincapié en la falta de perspectiva de género de la pieza, que empieza en la dramaturgia, pero que se remata en la puesta en escena. La obra está jalonada de lugares comunes que refuerzan el papel de la mujer como castigo para el hombre (el ama de casa, la manifestante) o como objeto sexual (las actrices porno). Un contexto donde lo peor que le puede pasar a una mujer es envejecer y lo mejor ensalzar a un hombre poderoso desde la sombra. El texto mismo remarca que "entiende mejor la mecánica de taladro de los hombres que la de tuerca de las mujeres". Visto lo visto, no nos deja ninguna duda sobre su verdadera creencia en esa afirmación.

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