Eurovisión no es lo que era
Picasso o la fragmentación del hombre moderno
Museo Picasso Málaga
El Museo Picasso Málaga inaugurará en noviembre la exposición ‘Picasso, memoria y deseo’, que indagará en la conexión que el artista mantuvo con la estética surrealista de hace un siglo
Sonrían a la gran pantalla
Quizá la mayor ventaja que ofrece Picasso a nivel museológico es la manera en que cada una de sus obras remite a otras muchas. Lejos de funcionar de manera autónoma, sus pinturas, esculturas, cerámicas y objetos se relacionan de manera íntima y significativa, como partículas cuánticas en el espacio-tiempo. De esta manera, observar una de sus obras significa que se están observando todas, como un solo cuerpo coherente y significativo. Dado que Picasso visitó y reinventó cada momento de la historia del arte a su capricho, semejante naturaleza demuestra bien que su imaginación funcionaba como un ingente archivo de posibilidades siempre susceptibles de ser empleados. Cada obra abre así la puerta a otras muchas, hasta el punto de que, cuanta más audacia se invierte a la hora de relacionar sus obras, cuantas más convenciones se pasan por alto, más cerca estamos de revelar un nexo hasta entonces inadvertido. Si hacemos extensivo el juego a otros artistas, contemporáneos del malagueño o de otra época cualquiera, las posibilidades, claro, se multiplican. Basta, por tanto, una sola obra de Picasso, con un trabajo crítico a la altura, para extraer el hilo discursivo de una futura exposición. El próximo 13 de noviembre, el Museo Picasso Málaga inaugurará su muestra temporal Picasso, memoria y deseo, que podrá verse hasta el 12 de abril de 2026 y que tiene su centro en una pintura del genio cuyo centenario se celebra en la actualidad: Estudio con cabeza de yeso, conservado en el MoMA de Nueva York.
Picasso realizó este óleo sobre lienzo en 1925, durante unas vacaciones junto a Olga y Paulo en la aldea de Juan-les-Pins, cerca de Antibes. La cabeza de yeso a la que hace referencia el título preside la obra, compuesta al modo de una naturaleza muerta aunque ya sin los rigores geométricos del cubismo. El busto remite a una representación de la Antigüedad, al igual que los dos brazos escultóricos desmembrados, que junto con la cabeza suscitan la ilusión de una unidad en realidad imposible. Picasso había estado investigando durante aquel año con el lenguaje expresionista, desde el que creó otras pinturas de impacto como El beso, cuyo dinamismo genera una certera impresión de violencia en la representación de los cuerpos. Curiosamente, barajaba la recreación de un crimen pasional que subrayara aún más esta perturbación, de modo que empezó a trabajar en esbozos de cuerpos desmembrados. Pero esta opción le condujo de vuelta a uno de sus temas recurrentes: la representación clásica de la anatomía como objeto de disolución. No hay en el Estudio con cabeza de yeso perturbación alguna, sino la evocación del paso del tiempo desde la memoria y el deseo, los dos elementos definitivos en la constitución de la experiencia humana (algunos críticos, eso sí, han visto en los brazos cercenados una anticipación del Guernica). Como siempre, no importaba lo que Picasso buscaba, sino lo que encontraba.
Pero la obra llamó de inmediato la atención de la camarilla surrealista que en 1925 mantenía su apogeo, con la que Picasso coqueteó en aquellos años y de la que no tardó en renegar para siempre. La figura de la cabeza resuelta en varios perfiles y ensombrecida evocaba un principio de autoridad, masculino y paternal, ahora irreconocible y mermado tras el estrago del tiempo, acaso rescatable solo desde el sueño: materia idónea, por tanto, para los surrealistas más acérrimos, empeñados en demostrar que Picasso era uno de los suyos. Así, Salvador Dalí y Federico García Lorca realizaron ya al año siguiente una recreación libre de la pintura de Picasso (que se incluirá en la exposición del Museo Picasso Málaga) en clave abiertamente surrealista; más aún, Dalí mantuvo ávida su obsesión con la obra en diversas naturalezas muertas en las que trabajó en los meses siguientes. Posiblemente sea el Estudio con cabeza de yeso la obra en la que Picasso se acerca de manera más abierta al surrealismo, en la que asume hasta cierto punto su estética y se sienta a jugar al mismo juego. Otros críticos han querido distinguir en la obra un posible cambio de rumbo, una frontera bien delimitada en la producción de Picasso; y no es descabellado considerar que el Picasso surrealista que pudo haber sido tuvo aquí su mayor oportunidad, por más que la misma diera al final al traste.
A partir de noviembre, Picasso, memoria y deseo, comisariada por el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Málaga Eugenio Carmona, reunirá en su recorrido expositivo obras de Giorgio de Chirico, Fernand Léger, Jean Cocteau, Man Ray y René Magritte, además del propio Picasso, entre otros, para dar buena cuenta de esta representación del hombre moderno que asiste, a través del tiempo, a su propia fragmentación, a imagen y semejanza de los referentes antiguos. Porque, ciertamente, este rostro ensombrecido es el nuestro.
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