Cultura

El último baile del olvido

  • La Phármaco estrena el 26 de septiembre en el Teatro Valle Inclán de Madrid 'Una gran emoción política', que llegará al Cervantes el 18 de octubre

No es descabellado afirmar a estas alturas que la Generación del 27 tuvo su verso más suelto en la persona de María Teresa León (Logroñoz, 1903 - Madrid, 1988), tal vez la figura de su tiempo que con mayor ahínco vinculó el poder transformador de la escritura con la acción política directa. Si durante la Segunda República su labor significó una puerta de entrada a España decisiva respecto a las corrientes europeas más pujantes, especialmente en lo que se refiere al teatro, durante la Guerra Civil representó un papel clave en la Alianza de Escritores Antifascistas. Después, en el exilio, su mayor empeño tuvo que ver con la memoria para que ni un ápice de aquella masacre cayera en el olvido: "Vivir no es tan importante como recordar", llegó a escribir, a modo de definitiva declaración de intenciones. Publicó novelas, cuentos, teatro, ensayos y guiones cinematográficos, siempre a la sombra de Rafael Alberti, su com- pañero, en detrimento de un genio que mereció en cada envite una mayor luz propia. Regresó a España en 1977 con el mismo compromiso forjado en torno a la memoria, pero ya era demasiado tarde: en una paradoja no exenta de crueldad, el Alzheimer había comenzado a erosionar su memoria hasta imponer el olvido en su cordura. Cuando falleció, en 1988, nada quedaba ya en su lucidez maltrecha de su obra ni de su experiencia. En pocos referentes la tragedia del siglo XX encuentra por tanto una encarnación tan perfecta como en María Teresa León, aunque persisten aún agentes implicados en la pervivencia de la escritora en la memoria de todos: el año pasado, la compañía de danza La Phármaco, que dirigen la bailarina y coreógrafa malagueña Luz Arcas y el poeta Abraham Gragera, recibió el encargo del Centro Dramático Nacional de llevar a las tablas esta tragedia llamada María Teresa León. El resultado es el nuevo montaje Una gran emoción política, que tendrá su estreno absoluto el próximo día 26 en el Teatro Valle-Inclán de Madrid (donde podrá verse hasta el día 30) y que llegará al Teatro Cervantes de Málaga el 18 de octubre.

A priori, La Phármaco resultaba la opción idónea para trasladar la sustancia de semejante personaje histórico al movimiento: otras obras anteriores de la compañía como Éxodo: Primer día, La voz de nunca y Kaspar Hauser: El huérfano de Europa hacían de la memoria verdadera materia artística. Pero el reto de concretar esta intuición en la figura de María Teresa León resultaba mayúsculo: "Cuando nos lo propusieron, la idea nos impuso de entrada bastante respeto. Había que abordar temas sensibles sobre la historia reciente de España en los que además abundaban los clichés", explica a Málaga Hoy desde Madrid Luz Arcas, quien añade: "Al principio, nos resultó fácil definir qué era lo que no queríamos hacer. Y después encontramos un punto de partida en el libro Memoria de la melancolía, que María Teresa León publicó en 1970, en el exilio. Comprendimos que esta obra nos ofrecía una oportunidad para hablar sobre España a través de la relación que la autora mantuvo con su país, de la que dio cuenta en este libro, pero más aún su ideal de lo que debía ser España, de la posibilidad de que anidaran aquí la justicia y la libertad. Memoria de la melancolía trata, por tanto, de la esperanza. Y nos pareció una huella muy oportuna a la que seguir".

Eso sí, durante el trabajo en la dramaturgia, que comenzó ya en diciembre del año pasado, Arcas y Gragera percibieron bien la calidad resbaladiza del suelo que pisaban: "Es que esa esperanza contiene las claves del devenir político del siglo XX. La esperanza que sostuvo la generación de María Teresa León culminó en un fracaso del que somos hijos quienes hemos crecido en el siglo XXI, y este fracaso ha sido el principal abono del ascenso del neoliberalismo. Por una parte, esa misma esperanza es la madre de los totalitarismos que arrasaron Europa, pero también lo es de cierto espíritu de fraternidad que empujó para implantar un ideal de justicia". Tal contradicción encuentra en María Teresa León, al igual que el olvido, una cierta categoría simbólica: "Fue una persona muy contradictoria, y cuanto más leíamos sobre ella más evidente se hacía esa contradicción. En torno a María Teresa León se han dado, y se siguen dando, opiniones muy, muy distintas. Pero nosotros siempre hemos tenido claro que debíamos acercarnos a la escritora únicamente a través de lo que quiere que sepamos de ella. Subrayar las contradicciones habría sido una mezquindad".

En cuanto a la puesta en escena, La Phármaco vuelve a contar con un amplio cuerpo de intérpretes, tal y como hiciera con su anterior espectáculo, Miserere. Cuando la noche llegue se cubrirán con ella. La representación de Una gran emoción política queda en manos de seis bailarines principales (incluida Luz Arcas) y cinco figurantes. También estará bajo los focos un viejo cómplice de la compañía, Carlos González, compositor de la música junto a Abraham Gragera e intérprete del piano y la percusión en trío con Cristian Buades (vientos y voz) y David Santacecilia (violín). El vestuario de Paola de Diego, la iluminación de Jorge Colomer y el abrumador soporte visual en vídeo y fotografía de Virginia Rota completan un órdago abundante, por tanto, en cuanto al material humano implicado. Y la referencia al Miserere no es precisamente baladí: "Al igual que en aquel espectáculo, trabajamos con el movimiento la representación de la masa, en la acepción que quedó fijada en el siglo XIX. Moldeamos el cuerpo colectivo como trasunto de los bandos diferenciados reducidos a masas. En este sentido, nuestros referentes son los mismos: por una parte, Elias Canetti, que descifró los comportamientos de la masa en relación con el poder político; y por otra, René Girard, que en La violencia y lo sagrado escribió sobre la asunción del enemigo en masas indiferenciadas". Igualmente, si en Miserere el folklore ocupaba un espacio fundamental como expresión atávica del chivo expiatorio, en Una gran emoción política adquiere también rango protagonista desde su manifestación musical (aunque no sólo): "Yo diría que incluso hemos ido más lejos. Hemos realizado una búsqueda mucho más amplia y ambiciosa. La música se apoya, por ejemplo, en el folklore extremeño menos conocido, así como en canciones, nanas y melodías populares. María Teresa León amaba el folklore, así que hemos encontrado la excusa perfecta", explica Arcas, quien apunta una interesante conexión malagueña por obra y gracia del compositor de marchas procesionales Juan Antonio Molero: "Escuchamos su marcha Pasa la Soledad y nos gustó mucho. La Semana Santa tenía en Miserere un peso específico notable como realidad folklórica, y queríamos que en Una gran emoción política también lo tuviera. Así que nos pusimos en contacto con Molero, le pedimos permiso para incluir su partitura y él aceptó encantado. Lo que esperamos ahora es que le guste la obra". Eso sí, el recorrido musical del montaje incluye diversas referencias clásicas bien reconocibles: en La Phármaco, y muy especialmente en su ámbito memorialístico, lo clásico y lo popular diluyen sus diferencias hasta hacerse uno.

El estreno de Una gran emoción política se hará de forma paralela al de un documental sobre María Teresa León que también ha promovido el Centro Dramático Nacional, quien además publicará un libro que recoge todo el proceso de creación de la nueva obra de La Phármaco. "Pusieron a nuestra disposición no sólo sus recursos, sino mucho material sobre María Teresa León muy difícil de encontrar. Ha sido un gustazo", apunta Arcas. Perdón: el gusto es nuestro.

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