El asno de oro, de Apuleyo. Gran literatura que no me recato de llamar novela, sin anteponerle el socorrido proto. También es divertida y hasta hilarante. Tiene dos mil años y una frescura que encandila

La obra cuenta las aventuras de Lucio, un curioso impertinente que acaba convertido en borrico por la acción de un ungüento mágico que habría debido transformarlo en ave. Como asno, Lucio conoce mil y una desgracias, yendo de amo en amo, hasta que recobra forma humana mediante la ingestión de una rosa.

¡Qué maestría, la de Apuleyo, para combinar el humor y la ironía con los ambientes oníricos que aparecen en torno a embrujos y encantamientos! La obra exhibe, rodeando ese humor, un curioso libertinaje costumbrista y literario. Pero no es mi propósito resumirla; sólo hablarles un poco de sus inagotables recursos retóricos y astutas técnicas narrativas. He seleccionado algunos ejemplos sabrosos.

La modernura de la obra se manifiesta, nada más empezar, interpelando al lector para aclararle el manido asunto del narrador:

¿Quién te habla? Muy brevemente, entérate.

El ático Himeto, el itsmo de Efirea y el espartano Ténaro […] tierras felices, celebradas para siempre por una literatura todavía más feliz, son la antigua cuna de mi raza.

Notamos enseguida que El asno de oro es un directísimo antepasado de nuestra picaresca. He aquí un parlamento que le cuadraría perfectamente al buscón don Pablos:

Acabé por escapar a ese viejo impertinente, anfitrión locuaz y famélico; me pesaban los ojos por efecto del sueño, no el estómago por efecto de la cena, pues mi cena había consistido únicamente en cuentos…

Apuleyo tiene un pulso extraordinario para las descripciones:

…estatura proporcionada, musculosa esbeltez, color matizado, cabellera rubia y sin artificios, ojos azules, pero despiertos y con la viva mirada del águila, un rostro con la lozanía de la flor, un porte lleno de gracia y naturalidad.

El humor se combina, si hace falta, con recetas de conducta y rules of engagement -eso que suele traducirse, torpemente, por reglas de compromiso-:

No te enredes en ninguna intriga amorosa con la patrona que te hospeda; respeta religiosamente el lecho nupcial del honrado Milón; sin embargo, puedes lanzar toda tu artillería contra la sirvienta Fotis: pues es bonita, salada y vivaracha.

Después, recordándonos a la chacha dublinesa de Joyce, que excitaba la imaginación de Leo Bloom, balanceando sus rebullentes jamones al andar, leemos:

¡Qué gracia y salero tienes, querida Fotis, para armonizar el movimiento del puchero y el de tus caderas!

Hoy fusilan por cosas así. Después sube la bilirrubina:

¡Qué delicioso guiso estás preparando! ¡Feliz, mil veces feliz, quien consiga de ti permiso para meter la punta del dedo!

¡Uf, qué calor!

Los hallazgos expresivos son incesantes y nos admiran y divierten a partes iguales. Maravillémonos ante esta portentosa gradación cronológica:

Ya había llegado el crepúsculo de la tarde, luego la noche verdadera, luego la noche tenebrosa, después las altas horas de la noche y por fin la noche profunda y silenciosa.

Y tras las noches un tópico, sí, pero maravilloso:

Ya la región de los gallos rompía con su sonora orquesta la tregua nocturna.

Así página tras página, hasta que nuestro héroe es admitido en el colegio de los Pastóforos -no pregunten- y ascendido a decurión quinquenal.

Si no lo han leído, háganlo. Gran gozadera garantizada; tremendo rumbón literario, ya tú sabes la vaina.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios