Tras nueve temporadas y 105 entregas nadie hubiera imaginado que el archivo de TVE habría dado para tantas recopilaciones musicales. Y por fortuna, todavía hay yacimiento para excavar con el sentido del humor de Cachitos de hierro y cromo.

Lo que casi comenzó como algo fugaz y provisional se ha convertido en un puntal del prime time de La 2 y la esperanza de cada Nochevieja. Cachitos no es sólo nostalgia, lo que limitaría su espectro generacional, sino que es una mirada ecléctica, inteligente y didáctica sobre la música comercial, de aquí y de por allá, sin que falte el humor, que es siempre el mejor ingrediente para atraer a un espectador y que incluso su mensaje cale. Sin el rigor y el cariño por la materia de trabajo que luce el equipo de Radio 3 Cachitos sería sólo una broma, un relleno. Pero gracias al ingenio de las selecciones, y a su vez la exigencia por cribar la calidad y la singularidad, es un espacio abierto a todas las edades con una condición: interés por saber más de la música.

Si al programa se le añade una conductora dispuesta a ser un hilo conductor versátil sin perder los papeles, muy en su papel, como sucede con Virginia Díaz, el resultado atrae a la audiencia por encima de las temáticas y los gustos personales. Conseguir que el público se acerque a La 2 en estos tiempos adquiere cualidades heroicas y poco a poco el segundo canal rescata espectadores al margen de los vaivenes políticos, que son la causa de la hemorragia de seguidores y credibilidad de La 1. A los nuevos directivos de TVE les va a costar crear una parrilla con alicientes para un público generalista que se le ha olvidado sintonizar con La 1. La 2, que no ha renunciado nunca a su misión, aunque se enrede en horas de redifusiones de documentales, mantiene su seña con espacios como Cachitos. Los cachiteros son un público que sin ser de grandes mayorías refrenda con su fidelidad un contenido en apariencia simple, amontonar canciones del desván, pero que en realidad es una amena enciclopedia social de nuestro pasado recientes.