En noviembre de 2012, en un artículo que escribí en la página Marítimas de este diario, describía siete elementos decorativos que por aquellas fechas ornaban el recinto portuario malacitano. Tras aquel escrito y después haber publicado en dos ocasiones, en concreto en 2010 y 2011, sendas referencias a una histórica fuente: la de doña Juana MacCulloch, viuda de don Juan Clemens Ramírez (un importante comerciante exportador de vino y frutos secos), donada a la comunidad portuaria malagueña en el año 1903, esta pieza, olvidada desde 2007 en un almacén portuario, recuperaba su esplendor en 2013 en los jardines situados junto al Instituto de Estudios Portuarios. Ya con estos ocho elementos decorativos, el año pasado, tres de esculturas de Elena Laverón que, para conmemorar el bicentenario de la Farola, conformaron la exposición "Caminantes en el Puerto", eran cedidas por su autora para adornar tres espacios del recinto portuario malagueño.

Reseñada esta lista de objetos, y creo que no me he dejado ninguno, la llegada del nuevo presidente de la Autoridad Portuaria ha traído algunos nuevos elementos ornamentales; unas piezas que, en una ubicación muy precisa y como complemento al gran mástil y a la gran bandera que se colocaron en el mes de julio, completan la decoración de la rotonda ubicada frente al Plaza de la Marina. En concreto, cuatro anclas que señalan los puntos cardinales reposan sobre sendos bloques de piedra; unos sillares que formaron parte del desaparecido dique de poniente y que ahora rematan este conjunto situado frente al edificio de la Autoridad Portuaria.

Ante esta circunstancia, y quizás a falta de una pequeña placa que diera algunos datos sobre las anclas y las piedras que las sustentan, la idea de inundar los espacios públicos del puerto con objetos históricos se me antoja como muy atractiva; un hecho que permitiría sacar a la luz olvidadas piezas portuarias. Una interesante iniciativa que quizás debería comenzar con la restauración de la Doncella del Puerto que, conocida también como la Sirenita, muestra desde hace décadas, desde que dejó su ubicación interior en la antigua estación marítima del muelle número tres, una maltrecha y mutilada imagen.

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