Los antitodo, que los hay a manojitos, menosprecian a quienes nos enganchamos a los Juegos Olímpicos afeando que pretendamos entender de deportes que después no volveremos a ver durante los siguientes cuatro años. Cierto, y qué pasa. Ni siquiera sé montar en bicicleta, y no me siento inferior por ello, pero confieso que buscando emociones por la maravillosa plataforma de Eurosport Player me dio por pinchar en el ciclismo de montaña para verme abducido por la espectacularidad de este deporte. Lo raro es que quienes lo practican no se partan la crisma, porque es una verdadera brutalidad lo que hacen entre peñascos, cuestas imposibles de subir y otras dificultades que se les ponen por el recorrido. También velocidades de vértigo en las bajadas con escaso margen para evitar un buen coscorrón. Lo sufrió un holandés que se destrozó la cintura con el golpetazo.

Era imposible dejar de ver a aquellos osados, majaretas se los hubiera llamado en cualquier otro tiempo, a pesar de que, entonces, David Valero Serrano aparecía en la clasificación en la octava posición después de concluir una de las vueltas y con mucha distancia, aparentemente, respecto a la lucha por las medallas. Pidcock ya estaba escapado, sólo lo seguía Fluckiger y después un grupito que parecía inalcanzable para el bastetano. Pero este deporte es capaz de deparar sensaciones muy fuertes y la remontada de Valero le añadía un componente de emoción españolista a un espectáculo de primera.

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