
La ciudad y los días
Carlos Colón
Mascoguarros
Aún perdura la resaca de una nueva y truculenta experiencia que nos retrotrae por mímesis al lóbrego zarandeo que nos produjo los primeros días de la Pandemia, cuando no sabíamos cómo había llegado aquel ser invisible, presto a engullirnos por cualquier esquina. Nos refugiábamos en las casas como único lugar seguro y, cuando teníamos que salir a hacer la compra, imaginábamos que el virus letal podía saltar desde cualquier balcón y envenenarnos. Nuestra memoria de pez nos delata nuevamente y esto será un recuerdo minúsculo –como la insoportable levedad del ser- en nuestra memoria repleta de memes y frivolidades; sin asumir que pueden llegar nuevas y más mortíferas pandemias o apagones que se extiendan durante meses. Los españoles, tan capacitados para el humor, no prevemos nada hasta que el problema lo tenemos encima. Entonces se colapsan las tiendas, los supermercados, los hospitales y las llamadas a emergencias. Esperando todos y todas que Papá Estado aplaque nuestros miedos, aunque sea mintiéndonos. Preferimos una mentira sedativa que una verdad dolorosa. Cuando las masas son dominadas por el miedo, se necesita urgentemente un mesías, un agente liberador que nos embalsame y nos envíe al infierno corrosivo de la falsa esperanza, donde sabemos que es ficticio lo que nos cuentan, pero preferimos no saberlo. Tanta sed tenemos por conocer que algunos torpemente se abrazan a los conspiranoicos. Todo parece tan irreal que la distopía metafísica y mediática nos aplasta hasta convertirnos en un insecto kafkiano.
Escuchamos por un lado que los 15 gigavatios ha sido algo insostenible y en cinco segundos ha caído la red que suministra a todo el país, así como el cierre de centrales. No sabemos si se debe a un fallo técnico, a un ciberataque o desastrosas decisiones políticas que revierten la oferta y la demanda: priorizando determinadas energías. Como te centres exclusivamente en la información de las RRSS, esas que viven del miedo y de la ignorancia, estamos perdidos. Si cambiamos de canal o emisora, cada cual se centra en una parte de la información que les interesa, obviando la más importante en algunos casos. Entonces, aparecen nuestras filias y fobias, y nuestras tendencias políticas, tan maniqueas como irracionales. Y entonces es cuando estallo, cuando todo lo ideologizamos y lo acercamos al líder político con el que simpatizamos. Pronto veremos “Mazón, apagón: dimisión”. Además, rima perfectamente. O le echaremos la culpa a la visita de PS a China, o la extrema derecha, o a Israel, incluso a Marruecos, aunque ciertamente no hay que descartar nada. Lo importante es que lleguemos hasta el fondo, pero no ocurrirá porque la verdad duele y está siempre envuelta de espurios intereses.
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