EL ESPONTÁNEO

Juan Cachón Sánchez

Advertencias

RECUERDO aquel índice que parecía un percebe, apuntando siempre con igual puntería hacia la Osa Mayor que al pubis de cualquier dama de buen ver.

Púlpito plateresco, de columnas salomónicas, con olor a incienso y a sobaco Sanex. Mientras, mi pensamiento se deslizaba con lascivia ante una lámina de la Venus de Urbino de Tiziano. Don Secundino, antiguo párroco de la Milagrosa, que colgó los hábitos para irse de picos pardos con una actriz secundaria de una compañía de varietés que conoció en una noche de estío, el mismo día de San Bartolomé (cuando sin ningún tipo de advertencia se pasaron por la piedra a 20.000 hugonotes en la France, según las crónicas de la época hacia 1572, que siempre lo llevaba impreso Don Secundino para justificar en sus sermones a Torquemada), previa advertencia del obispo de la Diócesis de Madrid-Alcalá quien le insinuó por lo bajini: "El espíritu está presto, pero la carne es débil". En este caso concreto Angelina tenía las carnes prietas y el pubis siempre en posición de guiño, con lo cual todos los años de teología en Aviñón y Lovaina, de ayunos y abstinencias, se fueron a hacer puñetas en menos que canta un gallo cuando Don Secundino palpó aquellas carnes ebúrneas de Angelina, creyendo ver a todos los ángeles, arcángeles y querubines y eso sosegó un poco su conciencia de culpa carnal judeocristiana, exclamando: "Polvo eres, y en polvo te convertirás".

Acto seguido del sermón, nos fuimos con tía Ruperta a visitar a su sobrino nieto, un anarcosindicalista, especialista en prótesis de escafoides y húmeros de alto standing, que regentaba un despacho ubicado en la calle Bordadores de Madrid, en el que podía verse en el balcón del primer piso un rótulo con letras de neón color pistacho "Advertencias and parnets s. l.". La consulta previa cita, siempre por la tarde, a la caída del sol, condición sine qua non.

-Lo primero es advertirles de que, si se sientan en la cheslón, se les puede producir un eccema y afectarles cuando se rasquen el escafoides izquierdo, nos espetó con flema británica el sesudo doctor García Wilkinson. Ya sabe, la experiencia es la madre de la ciencia, lo dijo Napoleón cuando, contemplando por primera vez la esfinge de Ghizé exclamó: "Mil años de historia nos contemplan". Y acto seguido le ordenó a Champoleón que le tradujese con la piedra Roseta un ejemplar de la primera edición del Quijote, en papel de Biblia al arameo y en lengua moabita, previa advertencia de no olvidarse de las haches aspiradas que desagradaban mucho a Josefina y con voz contundente de emperador dijo: "El que avisa no es traidor".

-Pero eso no lo dijo su majestad, sino Christian Duclesquin cuando exclamó: "Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor", colocando la primera lavativa de la historia, que por pudor histórico han denominado puñal.

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