Tribuna

Carlos Hernández Pezzi

Agenda intempestiva y efecto 'boomerang'

EN estos días se habla del proyecto de parque en el Campamento Benítez como si el proyecto del Museo del Transporte del Ministerio de Fomento no existiera. Hace poco, hubo un concurso, presidido por la entonces ministra Magdalena Álvarez, con representantes de distintas instituciones y el Ayuntamiento de Málaga, en el que yo participé, que otorgó el premio del proyecto a la prestigiosa arquitecta catalana Carme Pinós, que integraba el museo en el parque.

Según fuentes oficiales del Ministerio de Economía y Hacienda, Málaga tiene una deuda de 1.271 euros por habitante. Según el Informe Ciedes 2009, Málaga cuenta con 68.500 personas desempleadas y es de las ciudades con menos metros cuadrados de zonas verdes por habitante, sólo 6,3 m2/habitante, frente a los 15 m2/habitante, recomendados por la UE (con una media 20 m2). En esta coyuntura, ¿es deseable un parque en el Campamento Benítez? La respuesta social es afirmativa: ya existe un parque, las obras de acondicionamiento serían para completar itinerarios, reforestar y crear espacios verdes, con un presupuesto bajo. ¿Es entonces razonable o no realizar el Museo del Transporte previsto? ¿Son compatibles a medio y largo plazo las inversiones en los dos?

Tales son las preguntas que nos hacemos los ciudadanos. Como ocurre con el Guadalmedina, la ciudad se pregunta dónde poner su dinero y el de otras administraciones para cubrir deuda y desempleo mejorando sus espacios libres. La retórica de las prioridades, sin embargo, parece establecida por una agenda intempestiva que produce continuamente un efecto boomerang contra el que hace la inversión. Intentaré explicarlo sin recurrir a aquello de que "quince años no es nada" en el caso del Benítez, pues la parálisis de cualquier actuación tiene nombre y apellidos y, en el caso del Guadalmedina, porque en el lapso de 18 años transcurrido desde que pasó de ser un río a un cauce no se han sentado las bases para un debate sano sobre las posibles intervenciones entre sus márgenes, su lecho, y su entorno. Con frecuencia se confunden en Málaga los tejidos artificiales con los recursos o accidentes naturales. Me cuesta, por eso, admitir el lenguaje quirúrgico que llama herida al río o cicatriz al soterramiento de vías, como podría denominar grano al centro ruso de los Montes. El Benítez es un espacio con recursos vegetales, el río es un cauce y el centro aludido una seria infracción urbanística. Tampoco es cosa de hablar de un equipo de gobierno anestesiado, que reacciona al equipo desfibrilador de su hiperactivo jefe mediante una agenda intempestiva, es decir, a destiempo, inoportuna, para calmar la ansiedad. La ansiedad fruto de la campaña electoral mueve de pronto a cambiar de nivel la Plaza de la Merced: un importe muy inferior costaría peatonalizar los bordes previstos en sus calles perimetrales, ¿llegaría al 10% ese coste? ¿El proyecto de la Plaza de la Merced sería un apósito? ¿El transvase de 10 millones de euros de la VPO a obras de infraestructura de barrios, sería una transfusión?

Para ser rigurosos, suponemos que el Museo del Transporte tiene o tenía justificación en una provincia y en una ciudad que constituyen, juntas, una importante plataforma de flujos, cifrada por Ciedes en 2009, -pese a la crisis- en 11,6 millones de pasajeros en el aeropuerto, centenares de miles de cruceristas y viajeros por carretera y millones por ferrocarril de alta velocidad. Sin contar el transporte de mercancías y el ferrocarril costero e interior, destinados a sufrir importantes transformaciones de aquí a 2020. De repente, la agenda intempestiva provoca un gran impacto en los medios: cuando tenemos que preguntarnos cómo hacer obras con poco dinero, soluciones blandas de gran influencia social y vecinal, de poco cemento hormigón y asfalto y muchos árboles, calidad y estética, el debate urbano nos habla del veto del alcalde al parque hasta que se liciten las obras y pueda, -como Santo Tomás- verificar la herida de la lanza en el cuerpo maltrecho de nuestra ciudad, tan llena de parados y heridas por obras. Ya no se disimula el hecho inequívoco de que el Ayuntamiento no tiene claras las prioridades presupuestarias. Ayer la VPO era la deuda. Ahora es el efecto boomerang contra todo lo que se mueve: En el parque Benítez, desconfiando de una propuesta razonable, para rentabilizar los Presupuestos públicos... en las etapas y plazos que hagan falta. Para que Málaga sea más confortable, sostenible, atienda mejor a sus vecinos y parados, se haga el museo o no, pero ¡ojo! sabiendo que ese museo está mucho más justificado que los de la gema-diamante y automóvil-contaminante. Es un compromiso del Gobierno que no convendría perder.

Nos aplican una agenda intempestiva, e impuesta, acosando a las obras que otros pagan, aunque sea para cubrir déficits propios. Tras quince años de veto, la falta de parques canta y los opinómetros inducen a creer que precisamos cirugía, cuando lo que faltan son dosis colectivas de medicina paliativa y de sosiego. Sosiego y participación para abrir concursos de ideas para actuaciones blandas que priorizaran las obras realmente urgentes. Frente a las infraestructuras duras, el equipo médico habitual debería hacerse a la idea de que esta ciudad necesita más infraestructuras sostenibles o del cuidado y menos embovedados.

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