Pasado de moda. Esa es la única diferencia notable que distingue a viejo y antiguo. Una disparidad peligrosa en el siglo de la obsolescencia programada y en un momento en el que la fiebre de reemplazar lo antiguo o lo viejo por la novedad es desmedida. Hasta tal punto que no distingue entre objetos, electrodomésticos, moda o, lo que resulta espeluznante, personas. Otras civilizaciones entendieron que unir la fuerza del joven y la sabiduría del anciano hacía de las sociedades lugares más prósperos y poderosos: "La gloria de los jóvenes es su fuerza y la honra de los ancianos, sus canas" (Proverbios 20:29). Es más, debía ser ley: "Delante de las canas te pondrás de pie; honrarás al anciano y a tu Dios temerás" (Levíticos 19:32). Cicerón, poco antes de morir asesinado, escribió De senectute un tratado de Gerogogía en el que Catón el Viejo refutaba a dos jóvenes, temerosos y conscientes de lo que se les avecinaba, los cuatro motivos por los que la vejez puede resultar miserable. Hoy la vejez, más que miserable, resulta cara. Excesivamente costosa al sistema sanitario, a las arcas del estado en pensiones, además de molesta. Los viejos incomodan en la medida en la que nos obligan a prestarles una atención y un tiempo que ralentiza nuestra velocidad de vida. La vejez es intolerable en la era de la estética, la arruga no es bella, si no es en un eslogan publicitario. Y algunos entran en pánico e intentan disimular su ancianidad recurriendo a la toxina botúlica, a hilos de oro, a la moda Bershka…, a lo que sea para no ser viejo y antiguo, para ni siquiera parecerlo. Pero Benjamin Button es tan solo el personaje de un relato de Scott Fitzgerald.

Se ha producido una terrible factura generacional. Una grieta insondable que la sociedad ha alentado, minando a los más jóvenes hasta instalarlos en un lícito "matar al padre", lejos de la metáfora freudiana, pues no se trata de romper el vínculo con la generación anterior, sino de eliminarla de un sistema que no está diseñado para lo viejo, para lo antiguo. La falla terrible de las residencias de mayores en esta pandemia que se ha cebado con toda una generación, o noticias como el incremento de hasta un 239% de solicitudes para desheredar a los hijos por malos tratos. Y, lo más terrible, las múltiples sentencias favorables por hecho probado que dan muestra de semejante desprecio. Iuventus insensata, inconsciente e ignorante de que la vida, al final, se mofa de los Dorian Gray.

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