Político en cien días

Antonio Vargas Yáñez

Ausencias

EL pasado viernes, Borrell clausuró el curso de la Universidad Internacional de Andalucía, UNIA, sobre La constitución económica de la Unión Europea. Las conferencias de clausura son clases magistrales. La guinda de un pastel que compartir con un público más amplio que los propios alumnos. Nada fue distinto. Ni la invitación, ni la respuesta: prácticamente nula entre la clase política local.

Su pregunta sobre la idoneidad de un referéndum sobre el Brexit cuando un ministro insta a sus compatriotas a votar con el corazón en vez de con la cabeza, explica el fracaso de la convocatoria de la UNIA. Lo que podría escupir el responsable de Interior es antinatural en el de Educación. Pero hoy más que nunca, la política es cuestión de tripas y la formación parece innecesaria. Si las ideas se contestan desde las consignas, el análisis de los argumentos sobra. La potencia de su currículum garantizaba el interés de la clase, pero la clase le interesa a poco más que un grupo de universitarios. Para el ex ministro, superadas las razones que obligaron a la creación de la Unión, es la necesidad de hacer frente a los retos de la globalización lo que obliga ahora a su desarrollo. Tal vez la misma necesidad a la que se enfrenta la socialdemocracia: dar una respuesta conjunta a un mundo global y distinto al de los estados soberanos en el que nació hace un siglo. Como tal vez sean los mismos problemas: la falta de una identidad común. Tanto europea como socialdemócrata. Tan cierto como que a la una de la tarde no todo el mundo puede escaparse a una conferencia, es que la presencia en Málaga de tres consejeros de la Junta pudo obligar a más de uno a presentar armas. Pero la ausencia de cualquier tipo de representación de su partido en la conferencia refleja una identidad tan dividida como que reivindicaba para Europa el expresidente del Instituto Universitario Europeo.

En buena medida, la Europa en que nos criamos es un proyecto socialdemócrata edificado entre la presión del capitalismo americano y el miedo al imperialismo soviético. Tal y como explicaba el ex presidende de su parlamento, su política no es "sexi" porque no es una política de confrontación, sino de consenso. El mismo que obliga a escuchar, y para eso, a ir. Quizás sea falta de interés o que ya nos lo sepamos todo, pero el caso es que no va casi nadie. Ni a aquí ni a ningún lado. Salvo que den café y salgas en la foto.

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