Se atribuye a Hiram Johnson, un senador norteamericano contrario a la entrada de su país en la primera guerra mundial, que la primera víctima de una guerra es la verdad. El ex presidente Aznar aplicó a rajatabla ese principio en su comparecencia en el Congreso, por la financiación irregular de su partido durante casi todo su mandato. Y se pasó. Lo negó todo. Ni conocía a Correa, a pesar de su papel destacado en la boda Agag-Aznar; ni cobró sobresueldos, ni hubo caja B en su partido, ni ha existido sanción judicial alguna al PP por nada de eso. Y si algunos de sus ministros han delinquido después, quién lo podía saber… Además de la doctrina Johnson, aplicó con descaro la doctrina Marx (Chico): "¿a quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?".
Es un disparate que en las comisiones de investigación parlamentarias en España el compareciente tenga la última palabra, tiempo de intervención ilimitado y hable desde una posición elevada a los diputados que le interrogan. Los investigadores resultan examinados, insultados o vejados por el testigo. Aznar se convirtió en presidente de la sesión por incompetencia de Pedro Quevedo. El diputado canario en plena desesperación lamentó verse en ese trance.
Y así, el ex presidente despreció a los diputados que debían interrogarlo. A Simancas le perdonó la vida y le deseó que se recupere del trauma de verse despojado de la Presidencia de Madrid por el tamayazo, a Rufián lo calificó de golpista, a Iglesias de peligro para la democracia. Los investigadores se lo pusieron fácil, porque acudieron con intención de vilipendiar al contrincante y sin ganas de averiguar lo más mínimo. Sólo el portavoz del PNV hizo preguntas concretas al ex presidente sobre la financiación de su partido y sus responsabilidades políticas. Y por primera y única vez, Aznar estuvo incómodo. Tanto que optó por atacar, recordando a su interlocutor que hay decenas de dirigentes nacionalistas vascos imputados en un caso de corrupción.
El resto del tiempo impartió doctrina a sus anchas. Toni Cantó, de Ciudadanos, le dijo que lo había visto chulesco, pero le esperaba humilde. Error. Fue allí a ratificar que ha recuperado el liderazgo de los suyos y a ponerse de actualidad para promocionar mejor su nuevo libro. Otra vez la doctrina Marx (Groucho): "Más madera, es la guerra". Aunque víctima de esta guerra, además de la verdad, sea la utilidad de la comisión de investigación, convertida en un lucrativo asunto de negocios.
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