No, no es el premio de la Lotería, ni el número del último turista que nos visita, ni la última fuga de capital; se trata simple y llanamente, inocentemente, sencillamente, ingenuamente, cándidamente, del número de niños que pasan hambre en España. A las puertas de la pobreza, en ella, hartos de hambre y frío, tremendamente desatendidos son: así, escrito, dos millones ochocientos mil niños que no comen en España. ¡Cómo justificamos este desatino! Cómo llegamos a estos extremos sin preguntar a voces ¡hasta cuándo!, ¡hasta cuándo...! Ahora llegarán las navidades y nos embardunaremos de hipocresía y caridad, compraremos cositas en las ONG y mercadillos a propósito. ¿Qué hacer? Subastar cuadros, dar dinerito en las cuentas bancarias abiertas para ello. Pienso, pienso y todo me parece poco ante tan catastrófico problema. Habría que -urgentemente- regalarles un Estado de Bienestar sólo para ellos y sólo para empezar. Pero no para calmar nuestras conciencias sino para aplacar sus necesidades.

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