Luces y sombras

Antonio Méndez

La Cabalgata

MAÑANA llega la Cabalgata de Reyes más esperada de los últimos años. El Ayuntamiento de Málaga ha conseguido la mayor operación de marketing que recuerdo y a coste cero. Todos los medios de comunicación nos hemos ocupado con profusión de la iniciativa transformadora. Así que el lleno está asegurado todavía más y el debate posterior comparativo con la de ediciones anteriores, también.

Lástima que Sevilla nos haya fastidiado el protagonismo andaluz con su desesperada búsqueda de un personaje para representar al rey Melchor, una vez que eligieron como primera opción a un imputado en el asunto Mercasevilla y, como segunda, a un hombre denunciado por su hija por malos tratos. Sin lugar a dudas, un asunto de mayor atención informativa que nuestras deliberaciones sobre los gastos del alquiler de las carrozas de los Magos o los 12.000 euros por la dirección artística del evento.

Del concejal Miguel Briones no debo opinar. Un incidente cercano y bastante desagradable me impide escribir con cierta objetividad, lo peor que le puede pasar a un periodista. Desconozco si su madrina política considera a estas alturas que su fichaje para la vida municipal fue un acierto. Un amigo del edil me lo defendía hace unos días con contundencia: "Bastante tiene con mediar ante los fuertes egos de la directora del Cervantes, el del CAC o el del Instituto Municipal del Libro", me contaba sobre un aspecto de su trabajo en el que no había reparado.

También diré que llevo muchos años como espectador de la Cabalgata y he escuchado más de una vez voces que descalificaban el desfile por ser más propio de un pueblo que de una gran ciudad. Pero, en general, rodeado de paraguas abiertos al revés y en disputa para lograr el mayor número de caramelos, tampoco aprecié entre el público esa demanda de estas nuevas delicatesen artísticas capitalinas.

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