Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

Cae la nieve, según J. Joyce

Leves toques en el vidrio hicieron volvernos hacia las ventanas, tras la cual, acurrucados en el calor del hogar, allí donde casi siempre nos habíamos sentido protegidos, y ahora acobardados por los estragos de la Covid y del frío, constatábamos que de nuevo nevaba. Soñolientos veíamos cómo los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces. La Agencia Estatal de Meteorología estaba en lo cierto: nevaba en toda España, y donde no, una tromba de agua anegaba las calles, un viento huracanado arrancaba de raíz no solo los árboles, sino todo aquello que creíamos bien asentado. Filomena, esa borrasca con nombre antiguo de mujer, se estaba ensañando a gusto, dando tal vez la última puntilla a la maltrecha economía española, pues, por extrañas razones, el personal se toma menos en serio los peligros de una borrasca cuando, en el reparto genérico alternativo y siguiendo el orden del abecedario, a esa borrasca se le otorga un nombre femenino, como si lo femenino fuera en sí y por sí más ligero, menos destructivo. En fin, supongo que una manera, aunque pudiera parecer lo contrario, del "blando" machismo cotidiano, mientras el machismo duro, el de las malas entrañas, volvía a abatir sus zarpas rociando con ácido en Cártama (Málaga) a dos mujeres, produciéndoles gravísimas y extensas quemaduras en sus cuerpos. Sí, la AEM había anunciado el día, la hora de máxima intensidad de la nevada, el enorme peligro…, y sin embargo alguna gente parecía no haber hecho caso, como si adentrarse en alerta roja por una autopista o por las calles mesetarias del frío invierno madrileño fuera inocuo, quizá por exceso de confianza, tal como ha ocurrido con las medidas restrictivas contra la Covid, que los gobiernos suavizaron, para "salvar la Navidad" y animados por la promesa de las vacunas, y ahora repunta la infección (lo llaman "la tercera ola") de forma salvaje, con incremento de contagios, ingresos en UCI, muertes….; con el agotamiento físico y mental de los profesionales sanitarios que están en primera línea, la escasez de consultas presenciales de especialistas, el continuo posponer de intervenciones quirúrgicas y de tratamientos vitales ¡Cuánto sufrimiento, cuánto dolor y muertes colaterales no se habrán producido por estas razones.

Sí, nevaba y repuntaba la cifra de infectados por la Covid, mientras la clase política -entre la demagogia, el paternalismo y la puerilidad de hacerle "pupa" al otro-, proseguía tirándose unos a otros bolas de nieve, como si fueran ajenos a la dimensión del problema sanitario, social, económico y político que nos aqueja, o al avance de la extrema derecha (a pesar de conocer el peligro que un energúmeno como Trump ha representado), o a la injusta subida del precio de la luz y de la calefacción, en estos días de frío intenso, o a la trumpiana práctica saboteadora y anticonstitucional de los separatismos, o… Y sí, nevaba en toda España, caía nieve en la planicie central y en los viejos montes que la circundan, caía nieve en el Moncayo y la Penibética, sobre las sombrías aguas del Ebro, del Duero… Caía en los desolados cementerios donde reposan los muertos por la pandemia. Caía espesa, al azar, sobre los vivos y sobre los muertos.

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