La Ciudad soy Yo

De la Torre no es un alcalde sino una época Presidía la mesa de edad y parecía un monarca en su trono, bajo el tapiz burdeos y el doselete de pan de oro

De la Torre y Pérez, durante la sesión constitutiva del Ayuntamiento de Málaga.

De la Torre y Pérez, durante la sesión constitutiva del Ayuntamiento de Málaga.

LA sorpresa es un elemento esencial en las leyes del espectáculo. Y eso le rebajaba interés al acto de constitución municipal, bajo la rutina de investir otra vez a De la Torre. El pescado estaba vendido, o comprado, según se mirase desde el punto de vista de Cs o del PP, de modo que De la Torre llegaba a esta misma ceremonia por sexta vez. Por esto ya hemos pasado en 2000, 2003, 2007, 2011, 2015 y ahora en 2019. Si los retratos de los alcaldes se hiciesen por mandatos, Francisco de la Torre cubriría todo el pasillo entre Alcaldía y el Salón de Plenos. Cuando él llegó, se pagaba en pesetas. De la Torre no es un alcalde sino una época.

El alcalde presidía la mesa de edad –hay votantes suyos que no habían nacido cuando él ya era alcalde– y parecía un monarca en su trono, bajo el tapiz burdeos y el doselete de pan de oro. Ante todo, hizo prestar juramento a sus treinta concejales. Nadie juró tan alto como Pomares, quizá para disimular que está hundido. Tras el pacto con Ciudadanos, imaginar su continuidad se hace difícil, aunque con Cs todo es posible. En la izquierda no juran sino prometen, tal vez creyendo que es más progresista prometer. En Adelante Málaga añaden “sí, prometo, y trabajar por una Málaga más justa y democrática”. Eso suscitó una apasionante debate con el secretario, que exigía oír con claridad la conjunción y una pausa en la entonación. Por fin alguien que entiende, como Valery, que la sintaxis es una potencia del alma. Los concejales, claro, alucinaban.

Después, a votar. Todas las miradas se iban hacia Juan Cassá, protagonista invertido, que ocultaba cabizbajo su papeleta. Como decía Hitchcock, hay que enfocar al posible asesino. Susana Carrillo cruzó la alfombra roja con traje rojo ministra de Zapatero; Teresa Porras de blanco inmaculado, quién lo iba a decir; Carlos Conde, con pasitos cortos de primera comunión; Elisa Pérez de Siles, como un suspiro berenjena; Pomares caminó estilo saloon antes de sacar el colt; Raúl López, enérgico remontando la alfombra con su silla de ruedas, sin corbata azul; Gema del Corral, a distancia, parecía la Dama de Picas de una baraja de Heraclio Fournier; Jacobo Florido, con aire de apoderado de Morante; Luis Verde, con zapatos marrones… y así desfilaban, para solaz del público, protagonizando la película vestidos para mandar.

Al empezar el recuento, se adelanta Dani Pérez, como la noche electoral. Pero, como la noche electoral, sólo era un espejismo

En la izquierda hay azules eléctricos, trajes grises misa de 12:00 en el pueblo de los abuelos, de repente el fucsia de rompe y rasga de Lorena Doña, la elegancia de Begoña Medina que debía perturbar enfrente a una concejala nueva del PP con los mismo colores… y en Adelante Málaga se practica el sincorbatismo del que hablaba Camba –con Zorrilla de chaqueta crema, con aire Feria de Abril– y hasta el sinchaquetismo, con un concejal de camisa vaquera, idealmente enfrente del pistolero Pomares como si aquello fuera OK Corral. De repente entra Bendodo, que viene de ver perder Torremolinos a Margarita del Cid, su íntima amiga; e irónicamente se acercaba a ver ganar Málaga a De la Torre, su íntimo enemigo.

Al empezar el recuento, se adelanta Dani Pérez, como la noche electoral. Pero, como la noche electoral, sólo era un espejismo. Cassá cruza las manos como en la greguería de Ramón, como si tuviera entre ellas el jabón invisible de los clérigos. En Cassá se temía el peligro del animal herido, que siempre puede dar un zarpazo fatal. Pero ya venía narcotizado. “Don Francisco de la Torre, 17 votos… “. Desde la Logse parece que no es tan fácil contar bien del 1 al 20… y hay que hacerle ver que eran 16.

De la Torre, con la vara de mando y ese gesto impostado de humildad que hace como nadie, llevándose la mano al pecho, anuncia va a proceder a entregar “los atributos de concejal”. Abraza a todos, pero las palmadas más fuertes son para Pomares. Es tan notorio que ahí definitivamente se le da por muerto. Las apuestas para el relevo en Urbanismo suben de inmediato, aunque el rumor es que Raúl López preferiría seguir donde está porque nada le alegra tanto como hacer la vida imposible a cierto grupo de subordinados. Así se las gastan los rumores en la Casona. Pero Cassá atrae enseguida toda la rumorología cuando le dice unas palabras al alcalde sin duda para provocar confusión.

En fin, y llega la hora de los discursos. Al menos son cortos. Y a diferencia de cuatro años atrás, cuando el espíritu podemita desembarcaba ásperamente en este salón del que ya ha desaparecido, todos son educados. No es poco en estos tiempos que corren. O quizá sí es poco. Primero, la portavoz de Ciudadanos, Noelia Losada, convertida en la figura del momento. Como ella admite, tuvieron un mal resultado pero tienen un papel clave. Hay muchas expectativas puestas en ella, aunque por lo que se refiere a su oratoria esas expectativas tardarán en cumplirse. No por técnica, sino por el contenido, con más topicazos que un recital de Isabel Pantoja.

Le sigue Eduardo Zorrilla, siempre amable, que le roba a Dani Pérez el olvido de los barrios

Le sigue Eduardo Zorrilla, siempre amable, que le roba a Dani Pérez el olvido de los barrios donde vive la mayoría de la población. Dani Pérez arranca exquisitamente, mencionando que es más lo que les une que lo que les separa… y después hace un discurso sobre lo que les separa. Esto es la política. La izquierda no se priva de nada: sostenibilidad, feminismo, ecologismo, animalismo… hasta que corta eso la portavoz del PP. Elisa Pérez de Siles va a sufrir, porque la portavoz de Ciudadanos es notoriamente mejor. Que a ella le toque sentarse bajo el rótulo de elocuencia pintado en el techo es otra ironía del azar. En su discurso todo es previsible, también los clarines finales para dar paso a “el mejor alcalde de la Historia”. Todo tachintachán.

Francisco de la Torre parece por momentos más rey que regidor de esta ciudad

De la Torre empieza enumerando los cargos presentes, como si enfatizara la fuerza de su corte: subdelegado para la Defensa, coronel jefe de la Base Aérea, comandante naval, presidente de la CEA y de la CEM, presidente de Unicaja Banco, presidente de algo del Tribunal Superior de Justicia, directores de periódicos… Después el canto a “la ciudad que amo” que suena viejuno, pero nadie se atreverá a reprochárselo después de su éxito electoral. Eso sí, él, que siempre aprovechaba estos actos para reivindicar a la Junta, esta vez se salta eso. Por lo demás, como siempre, abusa de las enumeraciones de burócrata; y mezcla lo grande y lo pequeño sin criterio, el auditorio con arreglos en alguna biblioteca, el Guadalmedina con poner desfibriladores. Como diría el castizo, “ca’uno es ca’uno y tiene sus caunás”. Después se felicita del cambio experimentado en estos 16 años. Lleva de alcalde 19, de modo que eso parece una maldad para excluir el tiempo heredado de Celia Villalobos. Su mujer, Rosa Francia, sonríe; y el cronista se malicia que quizá ella, que sin duda leyó el borrador, del mismo modo que le cronometra las duchas, fue quien cambió el 19 por un 16.

Francisco de la Torre parece por momentos más rey que regidor de esta ciudad, que le venera como Francisco I el Amable; o Francisco I el Peatonalizador; o Francisco I el Matadelfines. Tal vez siente el cargo tan suyo, que eso explica sus tentaciones dinásticas para elegir un sucesor. Ya se verá si en 2023 o más allá. “Ya veremos…”. En el salón de plenos, con el punto de majestuosidad que proporciona la sala entre los frescos de Dumont y Muñoz Degrain, parecía estar diciendo la Ciudad soy Yo, al modo de un Luis XIV, aquel Rey Sol al que nadie podía ensombrecer. A De la Torre tampoco.

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