EL alcalde de Málaga es muy amigo de la letra pequeña y de las notas a pie de página. No hay norma, convenio o protocolo que no someta a su particular interpretación que, normalmente, suele ser contraria al criterio aceptado por el resto de los mortales. En su larga trayectoria como regidor ha hecho repetidas demostraciones de esta peculiar visión de los compromisos que ha suscrito y que, en muchas ocasiones, vienen a terminar en un incumplimiento de la palabra dada. No es, pues, la primera vez que un acuerdo firmado con otra institución queda en agua de borrajas o, simplemente, en un flagrante incumplimiento.

Por eso, cuando se anunció que, por fin, se había desbloqueado la planificación de las obras del metro en su última fase y se había firmado un convenio que así lo reflejaba, no todos nos dejamos engañar por las apariencias y algunos mantuvimos la escéptica actitud de dudar de la efectividad del documento. Y es que, si ha existido un relato de desacuerdos, enfrentamientos e incumplimientos, éste, sin duda, ha sido el de las obras del metro de nuestra ciudad. Podrá discutirse la conveniencia del trazado, incluso la necesidad o el acierto de esta obra, pero lo que no parece razonable es someter a la ciudadanía a esa interminable tortura de zancadillas, pegas y dificultades para, al final, incurrir en el incumplimiento más descarado. El alcalde, en esta ocasión, ha dado un paso más allá y ha llevado su invencible inclinación de no sentirse vinculado por los acuerdos suscritos a su programa electoral, y ha tenido a bien poner patas arriba el acuerdo sobre el trazado del metro. La cuestión es clara; en la hipótesis de que vuelva a ser reelegido tendrá un argumento irrebatible para incumplir lo que firmó, amparándose en la voluntad popular expresada en las urnas. No cabe mayor cinismo ni mayor falta de seriedad que reabrir un problema que se tenía cerrado y llevarlo a la contienda electoral. Y si a eso le añadimos las manifestaciones de su concejal de amenazar veladamente con otro "Gamonal", el nivel de desfachatez va a ser difícilmente superable en el futuro. Llegado el momento electoral parece que no importa incumplir acuerdos, llevar una obra de esa envergadura a un callejón sin salida y volver a empezar la rueda de conversaciones, discusiones y desacuerdos. Ciertamente, en estas próximas elecciones municipales los votos deben estar muy caros, cuando para intentar conseguirlos se está dispuesto a abandonar el rigor, la seriedad y la responsabilidad de forma tan palmaria.

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