postales desde el filo

José Asenjo

Congresillos

UNA cosa es que el PSOE atraviese momentos bajos y otra que se rebajen sus congresos provinciales a la condición de congresillos. Diminutivo aparte, me llamó la atención la negativa interpretación que se hizo de la presentación de más de una listas en la mayoría de ellos. Es evidente que el PSOE, además de los problemas de cualquier partido, padece los derivados de sus pésimos resultado electorales. Pero considerar como un síntoma de su enfermedad que se presentara más de una lista me parece un desatino. Los partidos, como otros colectivos, son organizaciones humanas. Probablemente, en su caso, demasiado humanas. Las diferencias y las luchas internas son inherentes a partidos de amplio espectro, cuya vocación es representar a sectores sociales con intereses distintos e incluso contrapuestos. La anormalidad son las frecuentes unanimidades, la ausencia de crítica o las votaciones a la búlgara. La lucha por el poder es una inevitable consecuencia de su naturaleza política: si esa pulsión existe dentro, por ejemplo, de una cofradía de Semana Santa, cómo no se va a dar en el interior de los partidos.

No pretendo negar la evidencia: en el PSOE existen conflictos orgánicos que inevitablemente emergen a la opinión pública en los malos momentos. Las diferencias entre las listas presentadas no guardan necesariamente relación con las preferencias por Rubalcaba o Chacón, sino que son la expresión de conflictos latentes en la organización. En mi opinión, la interpretación generalizada que se ha hecho de los congresos ha ido desencaminada; en realidad, la aparición de distintas posiciones en el seno del partido es una señal de que el pulso le sigue latiendo, por mucho que algunos quieran darle por muerto. Lo realmente preocupante hubiese sido que no hubiesen aflorado las discrepancias y los cónclaves de la pasada semana se hubiesen desarrollado en medio de un estruendoso silencio. Tal cosa no es buena, ni tan siquiera ante a las inminentes elecciones andaluzas.

Por otro lado, no me resultan menos extrañas las descalificaciones que se hacen de las candidaturas a la secretaría general. Se argumenta negativamente que ambos representan lo mismo porque han formado parte del mismo gobierno. ¿De dónde podrían salir los aspirantes al liderazgo del partido? Es verdad que Zapatero emergió de la nada, aupado por las bases, pero eso ocurrió en una situación distinta de la actual, tras cuatro años alejados del poder. No se pueden improvisar liderazgos cuando son tan arduas las tareas pendientes. Quien salga elegido deberá ser la voz de una oposición creíble y responsable, capaz de representar a sus casi siete millones de votantes y de volver a merecer la confianza de quienes abandonaron al PSOE, además de impulsar el rearme ideológico y convertir a la vieja organización en un partido moderno que pueda sintonizar con una nueva mayoría de progreso. Hacer tantas cosas a la vez será una tarea abrumadora para un solo hombre… o incluso para una mujer.

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