A los políticos se les debe exigir, entre otras muchísimas cosas, dar ejemplo con sus actos y decisiones. Sobre todo en época de crisis. Si todas las medidas están encaminadas a recortar el gasto público, cómo se le puede explicar a un ciudadano que su ayuntamiento se ha gastado unos 12.000 euros en contratar a una pintora madrileña para dirigir la Cabalgata. Es verdad que la cifra, insignificante si se compara con el presupuesto millonario que puede manejar el Consistorio de Málaga, no va a producir ningún agujero financiero en las maltrechas arcas municipales, pero no es de recibo que el concejal de Cultura, Miguel Briones, invierta esa cantidad en un servicio que hasta el año pasado venían realizando los funcionarios. Como tampoco fueron de recibo las declaraciones del alcalde un día después justificando la inversión en que serviría para ahorrar costes.

Se da la circunstancia que Briones es el mismo concejal que también malgastó 37.000 euros de dinero público en publicar las memorias del área que dirige para ensalzar su propia gestión. En dos lujosos tomos aparecían más de cuarenta imágenes ilustrando los hitos de su aportación al mundo de la cultura malagueña. Lástima que antes se había consumado el fracaso de la Capitalidad Cultural Europea, donde, por cierto, Briones rehusó hacer un ejercicio de autocrítica y prefirió llamar "corrupto" al ex vicesecretario general del PSOE andaluz Rafael Velasco y Boabdil al ex ministro Moratinos. Unos minutos después, cuando era consciente de lo que había dicho, rectificaría un tanto sus declaraciones.

En un contexto marcado por la asfixia económica que ahoga a miles de familias, este tipo de detalles dejan en muy mal lugar a políticos como Briones, más preocupado por publicitar su gestión cultural y por engalanar la Cabalgata de Reyes que por apretarse el cinturón y ser un buen gestor, que debería ser el principio que guiara las acciones de un político.