El cuentagotas

Eugenio Chicano

Divagaciones en casa de Eduardo Úrculo

DESDE los tiempos de la Galería Quijote, en Madrid, con Trinidad Cortijo, allá por los 60, hasta la visita que juntos hicimos al Efebo de Antequera hace pocos años, disfruté de una gran amistad con Eduardo Úrculo, importante pintor muy ligado a Málaga, luchador y comprometido, que nos dejó un legado interesantísimo y un testimonio imborrable. Cortijo fue desde el feroz grito de sus mujeres enlutadas y sus ilógicos toreros a la nueva figuración italiana. Úrculo y yo pasamos del expresionismo crítico al pop-art, aunque cada uno con sus visiones y diálogos diferentes. Una noche en su casa, en Madrid, con Manolo Alcántara, Garci y Eduardo Arroyo, hablábamos sobre la pobreza, de su influencia en la desesperación y el terrorismo, de cómo combatirla, de su imparable multiplicidad, del peligro de su manipulación política, del fracaso de la solución caritativa... Arroyo contó que estando en Nueva York se topó con un mendigo que llevaba al cuello un gran cartel que decía: "Soy ciego, pobre y probablemente negro". ¡Uhm!

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