La tribuna

josé Rosado

Drogas de diseño: sus trampas

DE vez en cuando, surgen acontecimientos traumáticos como consecuencia del consumo de drogas, y la alarma social estalla con matices de tragedia, adornada con sensación de desaliento e incluso de impotencia. Con cierta facilidad, por la propia dinámica de la sociedad, se olvida el episodio. Todo sigue su curso y la oferta de las drogas de diseño continúa llenando los supermercados especializados, con una propaganda de sus bondades, y se hace necesario insistir sobre algunas particularidades de la sustancia, para fortalecer su conocimiento y conseguir que la decisión de su consumo no se encuentre contaminada por la ignorancia de sus consecuencias. Actualmente nos encontramos luchando, no contra una droga, sino contra un cierto estilo de vida al que los adolescente se sienten atraídos, como especie de subcultura, y que la viven como "el ser diferentes", en un contexto de conciertos con música a todo volumen, ritmo frenético, destellos láser, luces parpadeantes y una noche por delante en un clima de cierta unificación de criterios, en que la percepción de impunidad, complicidad y hermandad condiciona un clima relajado, alejado de normas, y ofreciendo una libertad cautivadora, totalmente identificada con el periodo de la juventud de cualquier época. Es lógico que las pocas horas, el cansancio físico y mental se hagan presentes. El baile intenso y continuo, la temperatura, la posible falta de ventilación por la acumulación de personas que disminuye o enrarece el oxígeno, la normal hipoglucemia, los índices de humedad etc., preparan una incipiente deshidratación con cierta sensación de cansancio, irritabilidad y cambio en el estado mental, aunque sean mínimos. Pero "no pasa nada porque bebiendo agua (a precio de oro) se soluciona el problema". ¡No! El agua no soluciona el problema, pues esa reposición hídrica no repone las pérdidas de sodio y cloro por el sudor, y que representan unas sales imprescindibles para el equilibrio electrolítico tan importante para la normalidad funcional de la economía. Y ocurre que disminuye su nivel normal en sangre, y el aporte del agua provoca una dilución que hace descender aún más su concentración y ya tenemos casi en puertas una deshidratación hipotónica: los signos más evidentes se asocian a una hipotensión, con la consiguiente desgana y astenia. Puede ser el momento en que se plantee el consumo de la "pastillita" que lo puede reanimar. La sugerencia viene avalada por un amigo con experiencia, "no es peligroso", así que una vez tomada, el éxtasis o MDMA cumple su función y desencadena una alteración del estado de conciencia que resulta más que gratificante: sensación de poderío, de fortaleza y empatía, intensificación de las percepciones sensoriales...una experiencia que engancha. La noche es larga y no pasará mucho tiempo en que la secuencia se repite, porque los efectos del éxtasis no son eternos y aparece el bajón, pero ya con un estado de deshidratación hipotónica por déficit de las sales antes mencionadas, que agravan un cuadro de cierto peligro. La tentación de volver a consumir la pastilla es inmediata y aquí puede ocurrir otro fracaso, pues la droga hace sus efectos liberando, de forma intensa, abundante y brusca, unos neurotransmisores, que el cerebro no ha tenido tiempo de reponer y los efectos buscados apenas se hacen presentes; la idea que no ha tomado la dosis suficiente abre el camino a repetir el consumo, con el peligro de una sobredosis.

¡Claro, que la MDMA no provoca un síndrome de abstinencia!, aunque sí una grabación en la memoria que determina una intencionalidad inconsciente hacia la droga. Y esto puede ser otro engaño, pues el joven, cuando deja de tomarlo, no presenta síntomas alarmantes y desagradables y cree que domina el asunto y la idea de autocontrol se hace fuerte en su mente. Todo lo anterior, por su aparente inocencia lo hace más destructivo, y garantiza el daño de los circuito neuronales y de los sistemas que posibilitan los estados de ánimo, memoria, desarrollo de pensamientos lógicos y singulares secuelas neurológicas que pueden aparecer muchos años después de haber abandonado el consumo y que, como el cerebro ni perdona ni olvida, son elementos con capacidad de precipitar una prematura vejez.

Se debe valorar que el escenario donde se desarrolla toda esa actividad es un cerebro adolescente, en periodo de maduración y ajustándose a importantes cambios hormonales y con específicos mecanismos químicos y eléctricos que van conformando el mundo emocional y la conducta, en un equilibrio dentro de una armonía, por lo que la presencia de una sustancia extraña especialmente perturbadora, puede desencadenar un caos que altere la normal evolución cerebral.

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