Mitologías Ciudadanas

fABIO rIVAS

Fumata grisrosada, casi roja

Con la llegada del nuevo año, atragantados todavía por las doce uvas y los malos ratos de mi cuñado, mientras nos felicitábamos unos a otros con el consabido Feliz y próspero 2020, la fumata nos anunciaba que, por fin, teníamos gobierno. Es cierto que la fumata era grisrosada, casi roja, y que desde antes de la sesión de investidura del nuevo presidente, los agoreros del "mientras peor, mejor", nos daban la tabarra con los cuatro jinetes del apocalipsis. O sea, que ya andábamos bien provistos de papel higiénico.

No soy politólogo, pero simplificando mucho creo que había dos grandes ejes por los que -fundamentalmente y de forma no excluyente- podía enfatizarse el programa político del nuevo gobierno: Reforzar el estado de bienestar o, simplemente, reforzar el estado. Por distintas razones (comentadas y analizadas hasta la extenuación por expertos "independientes" y de todo el espectro político) se ha optado por la primera. Bueno. Así están las cosas. Uno puede pensar que, en la situación actual, debería haberse acentuado el apuntalar el estado. De igual manera, a uno le puede gustar/disgustar más o menos -y con razones- este gobierno, incluso el potente programa social para recuperar derechos civiles y el Estado de Bienestar que ha presentado. Uno puede -y con muchas razones- desconfiar de sus aliados, no digo ya de algunas fuerzas políticas que por acción u omisión lo apoyan. Pero el gobierno es legal y legítimo, como poco tan legítimo como todas esas consideraciones -me refiero a las sensatas, a las sabiamente precavidas- a las que he hecho referencia.

Y en estas sonaron las trompetas del apocalipsis: gritos furibundos, tan mal sonantes como maleducados; palabras gruesas que enrojecerían a los más afilados blasfemos de cantina de barrio; llamadas sin sonrojo y sin vergüenza a repetir el tamayazo; exhortos al ejército para que dieran un golpe de estado (¡Dios mío, como en aquel 36 de infausto recuerdo y de consecuencias sangrientas!); extorsión por tierra, mar y aire a algunos diputados para que cambiaran su voto… La maldad y la irresponsabilidad política de unos descerebrados, seguramente incapaces de contención, de dignidad, de sensatez, de saber hacer política. Y lo peor, toda esa malévola incompetencia, por acción u omisión, saliendo en parte de esas bancadas del congreso que, seguramente, hubieran preferido una fumata azul oscura, casi negra. Terrible. Hay que rectificar; la sensatez, la reflexión, el saber hacer política que no busque los fáciles berridos de la parroquia, los beneficiará a ellos, nos beneficiará a todos. Y mientras, ese Feliz y próspero año 2020 con el que nos felicitábamos hace unos días, a pesar de todo, no lo voy a cambiar ahora como un veleta, pues si languidece el deseo recién iniciado, languidece la voluntad, y con ella los sentimientos, las emociones y la forma con la que se percibe el mundo, como lo trajinamos y como lo disfrutamos. Cuestiones sin duda todas muy importantes, por lo menos para no dejarlas en manos de políticos y voceros desaprensivos. Lo dicho -aunque me acabo de tomar un Alka-Seltzer-: ¡Feliz y próspero 2020!

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