José L. Malo

Inversión e inmersión

tinta con limón

ASISTO estos días a debates sobre mitos de barro. Parece que hay que elegir si ponerle la aureola al jeque o el tridente. Gente que habla de él como si hubiera nacido en El Perchel y otros que lo critican por vender el club por negocios, ignorando que esos mismos motivos lo trajeron aquí. Lopera, un usurero, ascendió a demiurgo de los béticos del universo para salir por la puerta de atrás del juzgado con varios pufos sin aclarar. Florentino Pérez, adalid del madridismo y de la gestión empresarial con ACS, usa sus fichajes galácticos para revalorizar su fortuna y es el culpable de la crisis patria. No lo digo yo, sino el New York Times. En clave más cercana, recuerdo que Fernando Puche, malaguista sin freno de mano, no dudó en vender muy bien sus acciones cuando olió el terremoto que se avecinaba tras el fallecimiento de Antonio Asensio. No creo en presidentes ONG. Será porque asumo con naturalidad que el fútbol es puerta hacia el negocio y que los únicos sentimientos están en las gradas, no en poltronas.

Entiendo al aficionado que agradece al jeque el fichaje de Cazorla, Isco, Joaquín, Toulalan. Por el lujo de poder disfrutar de ellos y por convertirse en trampolín hacia la previa de Champions. Por hacerle creer que un Málaga grande es posible. Pero me merece el mismo respeto el que opina que ha dejado el club inmerso en un serio aprieto. Que le regaló el reloj que tanto miedo le daba a Julio Cortázar. Si el modelo de Fernando Sanz era el de gestión sin inversión, este es inverso. ¿De qué sirve fichar a Cazorlas que no se pueden pagar? Un equipo a impulsos es un sueño de oropel. El despertador ha sonado ahora que hay que vender jugadores o la propiedad. Porque no ha aparecido un comprador; se han desbordado las deudas bajo las alfombras. El cerebro del jeque, Abdullah Ghubn, abandonó la entidad. Se despreocupó de crear un modelo sostenible. Fichó más futbolistas que gestores. Ignoró a las sanguijuelas que en las oficinas ponían sueldos irreales y cobraban comisiones abusivas. Eso no es un proyecto, sino un capricho. Y así legan el Málaga del trillón. Del trillón de dudas.

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