Quousque tamdem

Luis Chacón

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Liberales

La derecha se ha apropiado de la doctrina económica liberal y la izquierda de sus postulados sociales

En España, los liberales seguimos cabiendo en un taxi. Y aunque ahora se haya puesto de moda declararse liberal, dado el nivel intelectual que demuestran los conversos, igual les hubiera dado hacerse bonapartistas. Desde Canalejas -y hace más de un siglo de su magnicidio- el liberalismo español ha carecido de líderes influyentes. Romanones dirigió un partido crepuscular y en la II República, aunque la Agrupación al Servicio de la República, de la que formaron parte Ortega, Marañón o Pérez de Ayala, gozara de gran prestigio social, los liberales carecieron de apoyo. Que Indalecio Prieto se declarara socialista a fuer de liberal define más su talante que su ideología. Para el franquismo, fue la Hidra de Lerna a la que había que destruir por el bien de España. Ni el conservadurismo de la clase dirigente, ni las ascuas del totalitarismo falangista eran caldos de cultivo apropiados para una ideología cuyo objetivo fundamental es potenciar las libertades individuales, acabar con todos los privilegios, y crear las condiciones para que cada ciudadano pueda desarrollar sus propias capacidades y ejercer plenamente su libertad en cualquier ámbito social, sea político, religioso o económico. Y, en fin, desde la Transición, no fue posible un partido liberal, más allá de estrategias de marketing político.

La dignidad del ser humano es la clave de bóveda del liberalismo. Desde Locke, los liberales han defendido que los seres humanos poseemos tres derechos fundamentales e inviolables; la vida, la libertad y la propiedad privada. En consecuencia, todos nacemos libres e iguales, siendo el estado, únicamente, el instrumento que nos hemos dado para garantizar el ejercicio de esas libertades. Calificar al liberalismo de progresista o conservador no es más que negar su propia esencia. El estado de bienestar, al que dio nombre William Temple, Arzobispo de Canterbury, y que pretende monopolizar la izquierda, surgió de las ideas de aquel gran liberal que fue Lord Beveridge y el libre comercio, que hoy tanto se defiende desde la derecha, fue una de las banderas liberales frente al conservadurismo gremial, oligopolista y arancelario.

El triunfo y la tragedia del liberalismo consisten en que la derecha se ha apropiado de su doctrina económica y la izquierda de sus postulados sociales, aunque en ambos casos, sólo han conseguido desnaturalizarlo y degenerarlo. Quizá vengan tiempos mejores.

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