LOS mítines de Vox en el País Vasco deberían ser actos políticos fallidos, de escasa presencia y nula repercusión. Los actos de un partido cuyas perspectivas electorales en esa comunidad autónoma, según los sondeos, no llega al 1%, no deberían ser más que una anécdota insignificante condenada a pasar desapercibida. Pero no es así. La formación de extrema derecha, hay que reconocerlo, domina bastante bien la técnica de la provocación: lejos de buscar efectos positivos en el territorio donde se celebran, estos actos pretenden constituirse en noticia nacional para satisfacción de sus seguidores en el resto de España. Pero para conseguir este efecto necesita de la inestimable colaboración de grupos que con su actitud hostil estén dispuestos a servir de altavoz a su pretensión propagandista. Y ahí siempre surge el colectivo de provocados que se autodenominan"antifascistas" dispuestos a insultar a los dirigentes del Vox, que con actitud desafiante consiguen la foto y la noticia que recorrerá todos los informativos. Misión cumplida.

Pero más allá del efecto publicitario de estas provocadas algaradas y la manifiesta torpeza de los grupos de agraviados que le ofrecen la coartada perfecta, estas actitudes plantean dónde están los límites de la libertad política. Es cierto que Vox tiene escasa autoridad moral para reclamar sus derechos cuando reconoce que está dispuesto a ilegalizar a todos aquellos partidos nacionalistas, separatistas o antimonárquicos si tuviera ocasión. Pero sería un error replicar a estas propuestas con iguales medidas de sentido contrario. Nuestra democracia no es militante y por tanto todas las opciones políticas están permitidas sin más límites que las que sobre la violencia y el odio están recogidas en el código penal.

Cualquier pretensión de avanzar hacia la censura o la mutilación de esas libertades sería un error político que nos llevaría peligrosamente hacia una democracia limitada y tutelada.Tratar de acallar por métodos violentos las voces políticas, por muy contrarias y peligrosas que puedan considerarse, son actitudes ilegales y torpes, pues en un régimen de libertades solo la palabra, el razonamiento y el voto son los mecanismos válidos para combatir las ideologías contrarias. Así pues ante un mitin de Vox nada mejor que la indiferencia que es la forma de no colaborar con su pretendida provocación y propaganda.

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