EN 1935, Simone Weil trabajó unos meses como fresadora en una fábrica Renault. Tenía 25 años y quiso dejar su antiguo trabajo de profesora para conocer de cerca el trabajo manual de los obreros. Simone Weil no quería ser como tantos y tantos intelectuales que hablaban de los trabajadores sin tener ni idea de cómo era su vida real. Weil estuvo trabajando dos meses en la fábrica de coches, hasta que reventó de fatiga y sus padres -gente adinerada- tuvieron que llevársela a recuperarse a Portugal. Pero aquella experiencia la marcó para siempre. En la fábrica -escribió- "recibí para siempre la marca de la esclavitud". Desde entonces hizo todo lo posible por evitar que la esclavitud fuera la única forma de vida para la mayoría de sus contemporáneos. Pensó, leyó, escribió. Se unió a una columna anarquista en la guerra española. Vivió una experiencia mística en una iglesia de Asís. Y pocos años después murió, sin haber encontrado una solución a lo que buscaba.

Cuando la escritora húngara Agota Kristof escapó de Hungría -huyendo del socialismo real que tantos jóvenes actuales parecen añorar porque no tienen ni idea de lo que significó-, tuvo que trabajar en una fábrica de relojes suiza, donde el trabajo era tan agotador que tenía que distraerse componiendo mentalmente poemas. Por suerte, Agota Kristof pudo dejar aquel trabajo, pero en sus últimas entrevistas todavía hablaba del dolor de espalda que sufrió en la fábrica. Estaba claro que nunca pudo quitarse de encima la marca de la esclavitud.

Pienso en estas cosas ahora que se terminan las vacaciones y los afortunados que tienen trabajo vuelven a sus puestos laborales. Por fortuna, las condiciones laborales no son las mismas que hace ochenta años, pero la marca de la esclavitud sigue siendo una marca ineludible para mucha gente. Simone Weil soñaba con una sociedad en la que no existiera el trabajo físico embrutecedor que ella había tenido que soportar. ¿Llegaremos a verlo alguna vez? Y si eso ocurre, ¿cómo y de qué viviremos? ¿Quién pagará los servicios públicos? ¿Y las jubilaciones? Todo es un misterio. Y mientras tanto, volvemos al trabajo sabiendo que el Rubius, ese simpático Youtuber -rico y famoso por hacer gansadas-, ha tenido un millón de retuits sólo por haber escrito la palabra "limonada" en Twitter. ¿Es ésa la sociedad que soñaba Simone Weil?

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